Javier Lambán no quiere saber nada de Ferraz. Va por libre al frente de un PSOE aragonés al que trata de llenar de proximidad. Cada acto público, ya sea para cargar contra el secesionismo, apelar a la memoria histórica o defender la escuela rural, como hizo el sábado, el presidente lo convierte en un ejercicio de cercanía que nada tiene que ver con los huecos discursos que llegan de Madrid ni con las grandes promesas incumplidas de la socialdemocracia.