Acabo de cumplir 44 años. Y aunque me sienta ultrajoven por dentro les confieso que mi cuerpo se empeña en recordarme que estoy envejeciendo. No les hablo de estética. Para nada. Les hablo de mi interior, que es el que necesito para vivir. Mis huesos, mi espalda o mi garganta. Si no voy al gimnasio a diario, me duele todo. Hace años que intento cuidarlo, dándole cosas buenas para comer e intentando ir al baño con regularidad. No hay que hacer demasiado para tener un cuerpo sano. Gimnasio, dormir, buena comida y un buen transito que no pasa por comer yogures de una determinada marca, más bien pasa por dejar de tomarlos. Como dijo un día Mercedes Milá, es más importante cagar bien que follar bien. Por eso me sorprende y alucina ver a tantas personas obsesionadas con la parte externa de su cuerpo. La última en destrozarse la cara ha sido la cantante Lana del Rey. ¿Querida, pero quién te ha engañado de esta forma? No eres la única. Reneé Zellweger, John Travolta, la reina Letizia, Nicole Kidman, Priscila Presley, Meg Ryan, Paula Vazquez o Mickey Rourke. Dais pena. ¿No tenéis a nadie cerca que os quiera y os diga la verdad? Y no me vengáis con el rollo de que estáis perfectos, porque a partir de los 40, como dice mi santa madre, si no te duele nada es que estas muerta. ¡Y yo quiero estar viva! Me importa un rábano tener arrugas. Las prefiero a la superficialidad, la inexpresividad, el asco que provocan vuestros morros, narices y pómulos fantasmagóricos. Claro, que vistos vuestros cuerpos, entiendo que vuestra mente ya no tiene solución. Dais pena. ¿Os lo he dicho? H *Periodista