El 11 de julio se cumplirán ocho años de la última etapa y entrada a Madrid de las columnas mineras llegadas de las diferentes cuencas mineras españolas. Aragoneses, leoneses, asturianos, castellanos... anduvieron más de 400 km para desafiar al ministro Soria, del Partido Popular, y entrar en la capital del Estado arropados por miles de personas, colectivos, partidos y organizaciones de clase al grito de: ¡Viva la lucha obrera!, ¡Sí se puede! ¡Madrid con los mineros!...

Este ministro, desde su asiento en Industria, negaba la financiación para la reindustrialización y reactivación de las últimas cuencas mineras, a la vez que se ponía encima de la mesa el cierre de las últimas explotaciones. Los y las trabajadoras afectadas por esta decisión unilateral que rompía con los acuerdos alcanzados, deciden enfrentar al Gobierno a pecho descubierto, y de la única manera que la clase trabajadora consiguió históricamente los avances significativos de los que hoy disfrutamos nosotras, organización, unidad y lucha en torno a los sindicatos de clase.

En algunos pueblos asturianos se vivieron situaciones de represión de los piquetes sindicales por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado propias de otro tiempo. Las televisiones y grandes medios de la mal llamada prensa libre no se hicieron mucho eco de esta situación, y si lo hicieron fue siempre de una forma parcial y manipuladora, no interesaba que los ecos de las luchas mineras llegasen a otros colectivos produciendo un efecto contagio; no sería la primera vez en la historia que este sector ponía en jaque a los poderes fácticos. Eran muchos los recortes y perdidas de derechos laborales y sociales que todas creíamos conquistados e inamovibles.

Paso a paso, kilómetro a kilómetro, las columnas mineras fueron contagiando una sensación, un anhelo, una emoción, un sentimiento de solidaridad, lucha y unidad que despertaron también dentro de un creciente y joven 15-M, recuerdos de gestas y conquistas de otro tiempo, conquistas que fueron fruto de la toma de conciencia del proletariado como sujeto político capaz de tomar el poder o de, por lo menos, hacerlo temblar.

Hoy estamos llegando a la última etapa de una larga marcha hacía el fin del carbón y sus industrias relacionadas o dependientes. Larga y tortuosa marcha, que éste país ha hecho a tumbos y arrastrándose por una senda marcada por las privatizaciones del sector eléctrico, pérdida de soberanía energética, dependencia tecnológica, cierre sin alternativas de las minas y centrales térmicas, fracaso de los fondos de inversión que deberían haber diversificado y reindustrializado las comarcas afectadas, y prejubilaciones de los y las trabajadoras afectadas como única y repito única tabla de salvación, a la que nos hemos podido agarrar la clase trabajadora, a la que nunca se le dio otra alternativa. Tabla que ninguno o ninguna de nosotras hubiéramos rechazado, no seamos hipócritas.

Hoy asistimos sonrojados, con el sonrojo que da la vergüenza ajena, a como el Sr. Bogas, ejecutivo de Endesa, defiende el robo de los derechos históricos de viudas, huérfanos, incapacitados y pensionistas. Afirma el Sr. Bogas, desde su lujosa atalaya, que trabajadores y sindicatos somos unos egoístas. Egoísmo y codicia son quitarle el sustento al humilde para repartirlo a los ricos.

Propagandas varias

Hoy, los últimos 300 empleos directos y miles de indirectos que dependen de la central térmica de Andorra están al borde de la extinción. Hoy, pese a los anuncios, promesas, esfuerzos, acuerdos, gestos, noticias y propagandas varias por parte de las diferentes administraciones, pero sobre todo por parte y cuenta de Enel-Endesa, en todo menos en el esfuerzo, 45 trabajadores de la empresa auxiliar Maessa se enfrentan a un despido colectivo, pocos días después de la firma de un acuerdo entre Endesa, Gobierno y sindicatos, que pretendía poner las bases para impedir precisamente este tipo de actuaciones.

Precisamente es Endesa, como empresa privada con capital público italiano, la que, una vez más, parece ser la única beneficiada de una reconversión que amenaza con dar un golpe mortal a la economía de comarcas y trabajadores que dependen en gran parte de esta industria. Para Endesa todo sigue igual, podrán seguir repartiendo dividendos a vagonetas entre sus accionistas mientras aquí nos enfrentamos a un paro y a una recesión económica peores que los del 2008.

Si nadie lo remedia, lo harán siendo receptores de subvenciones y ayudas públicas sin acometer el único gesto de responsabilidad que se les está pidiendo por parte de la administración y de los mismos trabajadores que durante décadas les han hecho ganar suculentos beneficios. Lo único que se le está pidiendo hoy a Endesa es la protección y continuidad de los excedentes laborales que hubiera trabajando en una fecha determinada en la central térmica. Esto no requiere más que de voluntad, que no engañen a nadie.

Con el desmontaje de la central, la adecuación de terrenos para los nuevos proyectos de energía fotovoltaica que le van a ser aprobados, y el montaje y explotación de los mismos, hay trabajo suficiente para conseguir este objetivo al corto plazo, el medio y largo requieren de algo que Endesa no tiene, respeto por el interés general y el futuro de sus trabajadoras.

Los y las trabajadoras afectados no piden, no quieren caridad ni limosna, llevan tiempo exigiendo a la Administración y a Endesa no pagar las decisiones que ellos han tomado. La Administración tiene en su poder la herramienta principal y soberana para decidir sobre el futuro y la planificación de este sector estratégico, se llama Constitución española y con ella en la mano le puede quitar a Endesa lo que un día le regaló para sufrimiento de muchos y disfrute privado de unos pocos. Hoy es la hora de demostrar que la soberanía está en el pueblo y no en el consejo de administración de multinacionales extranjeras.

*Secretario general de la Unión Comarcal de CCOO de Andorra