El pasado sábado tuve que hacer un esfuerzo para aguantar hasta el final la gala televisada, que no televisiva, de los Goya. Un espectáculo anunciado como tal, que en ningún momento lo fue.

En parte, por culpa de los dos presentadores, cuya falta de gracia, impostación y reiteración sobresalieron en la misma o parecida proporción que su falta de recursos. No hay nada más terrible que un cómico que no sabe hacer reír, incapaz de arrancarte, ya no una carcajada, sino ni siquiera una sonrisa en las más de tres horas que duró la tortura de una noche que iba a ser mágica. Ni siquiera la predisposición de una gala, de una entrega de premios a la que se acude de tiros largos motivó al espectador.

Para ello, habría sido interesante que alguien se hubiese tomado la molestia de escribir un buen guión. Una partitura ágil, ingeniosa y elegante que, unida a una escaleta profesional hubiese deparado un ameno programa y útil panorámica de la actualidad del cine español en el que teóricamente es su mejor escaparate, con esos Premios Goya hiperanunciados y producidos por los poderes públicos.

Tampoco ellos/as, los actores, brillaron por su capacidad de improvisación, talento o sentido del humor.

La mayoría se dedicó a invocar a su mamá, papá, a los hermanos, tíos, amigos que les ayudaron a descubrir su vocación, a su pareja, al niño que acababa de cumplir años... Uno tras otro, un técnico tras otro, goyas y más goyas en todas las categorías imaginables... Incluso el Goya de Honor a Marisa Paredes, que habría requerido una intervención tantico más granada, se despachó con un mutis...

Entre galardón y galardón, cuando uno ya cabeceaba frente al televisor, volvían a escena los dos presentadores, intentando con la mejor de las voluntades, pero sin éxito, y ya que nos estaban robando horas de sueño, robarnos una sonrisa; mas no, nada, la risa no acudió a salvar la ausencia de imaginación.

Vinieron, sí, las reivindicaciones sobre la igualdad, justas, pero servidas sin humor, con lo que el espectáculo se convirtió en un debate.

Nada se dijo, en cambio, de los abusos sexuales que se están denunciado en otras geografías y cinematografías, como si en España no hubiera casos, o nadie dispuesto a denunciarlos.

Francamente mejorable.