La derrota del PP fue encajada en el primer momento con una corrección ejemplar por parte de su candidato a la presidencia, Mariano Rajoy. Pero después varios dirigentes del PP empezaron a intentar deslegitimar la victoria electoral socialista. Los esfuerzos de los ministros Zaplana o Acebes para justificar la actuación informativa del Gobierno tras el 11-M son comprensibles. Pero otras declaraciones, no. Descalifican gravemente a sus autores. Es el caso, por ejemplo, de la acusación del exalcalde de Madrid, Alvarez del Manzano, de que quienes giraron la espalda al PP "han colaborado con el terrorismo". O la de la ministra en funciones Pilar del Castillo calificando las protestas contra la manipulación preelectoral de "antidemocráticas" para, luego, guardar silencio cuando los militantes del PP contestan desde la misma la calle el veredicto de las urnas. Los resultados electorales del PP en la primera elección autonómica de Madrid y en las catalanas, que preludiaron el actual vuelco del 14-M, fueron seguidas de una reacción partidista inclemente. Esta vez, el PP debería encajar la derrota, facilitar un traspaso de poderes ejemplar y prepararse, como le emplazó Rajoy, para ejercer durante cuatro años oposición verdaderamente "leal".