La sociedad española podía haber elegido el camino de la indignación, la alta tensión, el reproche continuo y la agresividad para acatar el confinamiento. Pero la inmensa mayoría de los ciudadanos tienen sentido común y asumen que en este drama hay que mostrar sensatez y altura de miras. Algunos poseen, además, esa admirable cualidad de animar y dar fuerzas a quienes peor lo llevan. Eso es compromiso, solidaridad y unión ante la adversidad. Con gente así es más fácil afrontar una crisis económica, una catástrofe natural o una invasión alienígena. Con algunos dirigentes de la derecha es imposible hacer frente común a graves e inesperados conflictos, como quedó patente el jueves en el Congreso de los Diputados.

Pablo Casado le anunciaba el 18 de marzo a Pedro Sánchez que en el PP encontraría más lealtad que en el resto de fuerzas de la izquierda para afrontar la lucha contra el coronavirus. O el líder popular ha leído estos días encuestas significativas sobre cómo sacar tajada política al drama o quizá no entienda lo que significa lealtad en cuestiones de Estado. Lo que dijo el jueves en el hemiciclo causó vergüenza a esa inmensa mayoría de ciudadanos que han elegido el sentido común para afrontar la pandemia. Entre ellos, a buen seguro, a muchos de sus votantes. Si lealtad es acusar al Gobierno de mentir y desbordar los límites de la Constitución, si es exigir ya mismo responsabilidades, anunciar una investigación por negligencia, despreciar la autoridad moral y física del presidente, amenazar con pedir la dimisión de medio Ejecutivo y cuestionar todo el discurso de quien dirige las defensas de ese enemigo invisible, entonces Casado está pidiendo a gritos un diccionario Vox.