Tras el varapalo recibido por el Partido Laborista en las elecciones locales de Gran Bretaña celebradas el jueves, se les ha acabado el argumento a quienes pensaban que el 14-M se produjo un vuelco político en España porque el electorado votó "en estado de shock" por los atentados de Madrid. Como le ocurrió a José María Aznar en España, Tony Blair ha sido castigado con severidad por los ingleses, cada vez más críticos con la participación de su país en la guerra de Irak y con la errática política internacional de su Gobierno. Si Aznar perdió las elecciones generales --al fin y al cabo fue más determinante en la derrota el expresidente que su delfín Mariano Rajoy-- el premier británico ha colocado a su partido como tercera fuerza política municipal, una posición que destacados laboristas críticos con la invasión no han dudado en calificar de "humillante" y que amenaza con costarle a Blair el puesto cara a las generales del 2005.

El paralelismo entre lo sucedido en Gran Bretaña y en España es aún mayor, porque, al igual que aquí, en las islas las encuestas indicaban un alto grado de satisfacción de los electores con la política de su gobierno y, sobre todo, con la gestión de los asuntos fundamentales. De hecho, quienes no han sufrido dificultades para resultar reelegidos han sido precisamente los alcaldes y concejales que se revelaron contra el premier inglés y renegaron del seguidismo a EEUU. Como el alcalde de Londres, Ken Livingstone, una de las voces más radicales del laborismo británico a la hora de criticar la participación de su país en la guerra de Irak. La disidencia del alcalde londinense fue tal que no dudó en calificar de "peligro para la humanidad" al presidente norteamericano, George Bush. Y ahí lo tienen, de nuevo en el cargo pese a tomar decisiones tan controvertidas como cobrar peaje a los automovilistas en el centro de la capital.

No hay duda, pues, de que los protagonistas corales de la foto de las Azores se equivocaron radicalmente o, en el mejor de los casos, no supieron prever el alcance de una decisión tan controvertida como la de secundar a Bush y al partido republicano estadounidense. Y la vergüenza de confesar el primer exceso --no existía una amenaza inminente con las armas de destrucción masiva por el régimen de Sadam Husein que justificara una invasión inmediata-- ha llevado a los mentores de la invasión a cometer otros muchos errores y a usar la mentira como parapeto.

Llegados a este punto, lo mejor que podría hacer Blair es renunciar a su liderazgo, claramente debilitado, y permitir una regeneración del laborismo británico, porque ya es tarde para dar marcha atrás. Como dijo Santiago Carrillo, en la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento. Y algo parecido le ocurre a Rajoy, quien por el bien de su partido debería despegarse totalmente de las decisiones adoptadas por Aznar cuando estaba en la Moncloa. Cada día que tarde en hacerlo, su decisión tendrá menos credibilidad y su capacidad para renovar los mensajes del Partido Popular estará más limitada.

Con este panorama no es difícil intuir lo que puede ocurrir en las presidenciales de noviembre en Estados Unidos. El candidato demócrata, John Kerry, se distancia cada vez más de Bush en las encuestas. La última, dada a conocer esta misma semana, le coloca con una intención de voto del 51%, frente al 44% que optaría por el candidato republicano. Y eso que en EEUU se han minimizado todos los escándalos de la guerra de Irak. Incluido el último: las torturas en la cárcel de Abu Ghraib, que son calificadas como simples "abusos" por una parte importante de la prensa local.

En este contexto internacional, que ha pesado claramente en la conciencia colectiva de los países occidentales y en la actitud individual de cada ciudadano, los españoles acudimos hoy otra vez a votar. Vamos a elegir a nuestros representantes en una institución que conocemos poco pero de gran trascendencia para el futuro, como es el Parlamento europeo. Los partidos mayoritarios y sus líderes, especialmente José Borrell y Jaime Mayor Oreja, se han encargado de convertir esta cita con las urnas en una segunda vuelta de las generales. Los socialistas pretenden demostrar que su victoria hace tres meses no fue fruto de la conmoción por los atentados integristas, y los populares quieren poner de manifiesto justo lo contrario.

Sea cual sea el resultado final, lo sucedido en Inglaterra y Gales con el partido laborista y el estado de ánimo de los electores norteamericanos debería ser un acicate para que los partidos mayoritarios dieran por hecho que el cambio de ciclo ya se ha producido y lo que toca ahora es trabajar, cada uno en su ámbito de responsabilidad, por una España mejor. No hay un problema de legitimidad. En el fondo, y al margen del resultado, lo más relevante y lo más necesario para el país es que el PSOE no se ciegue de poder y que los populares se desprendan cuanto antes de sus rémoras más recientes. Cuando volvamos a las urnas dentro de tres años, lo que juzgaremos es la gestión que se realice en las instituciones de ahora en adelante.

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