La historia narra el secuestro de un empresario vasco en la España de la transición por un grupo desconocido hasta entonces, con objetivos y principios revolucionarios de clase. Para justificarse y convencerlo de la lógica de sus actuaciones, los secuestradores intentan que el empresario, durante el cautiverio, se lea ese catecismo. En los argumentos de los secuestradores abundan las ideas de lucha de clases, plusvalía, explotación, todas esas cosas de entonces.

El empresario es una persona hecha a sí misma, totalmente volcada en la empresa, apegado al territorio y a su gente, un escenario, por otra parte, cargado de miedo, silencios y mentiras. Este relato tuvo muchas réplicas reales y dramáticas, premonitorias de obscuros tiempos. Secuestros para financiar el fanatismo o por la mera estrategia amedrentadora de la sociedad. Aunque el estilo es diferente, los monólogos del protagonista a mí me recuerdan mucho a Patria. Al igual que en la reflexión de los personajes secundarios y del protagonista, en el ambiente opresor y cobarde y en la barbarie del resultado final. Raúl Guerra Garrido obtuvo el Premio Nadal por esta obra, nada menos que en 1976. En aquel momento, la ideología revolucionaria estaba en plena efervescencia y en nuestro país se juntaba con el fin del franquismo y los importantes cambios para restaurar la democracia. Estaba muy lejos la caída del muro de Berlín y más reciente el mayo francés.

Han pasado ya muchos años y algunas ideologías no han soportado la prueba de la realidad. Sin embargo, todavía quedan algunos vestigios de esa época. Todavía encontramos sectores que no condenan aquellos hechos y que incluso pretenden reescribir alguna historia que justifique aquella sinrazón. Probablemente no lo consigan porque la brutalidad era muy evidente, aunque los intentos haylos y cuentan con medios para intentarlo.

Sin embargo, más preocupante me parece esa versión soft de las ideologías quepresentan proyectos abstractos y genéricos de sociedades idílicas que nos van a llevar al paraíso. Las ideologías siempre encuentran algún asidero para justificarse. El problema viene cuando se concretan en políticas sin una mínima reflexión y un análisis de la realidad, resultado de la pura pereza intelectual.

Llevadas a políticas concretas, esas ideologías pueden favorecer a sus contrarios. Por ejemplo, ideologías de izquierdaque hacen políticas de derecha y, al final, uno se encuentra que buena parte de las clases más desfavorecidas no votan a la izquierda, sino que lo hacen a algún populismo de derechas. Ocurrió en las primeras elecciones de Trump, en estas últimas, en el brexit, en Francia con una parte de los votantes de Le Pen. Un asunto que Piketty lo describe como que los partidos de izquierda se han convertido en los partidos de los titulados y no los de los proletarios.

¿Políticas de derechas? Veamos. En los Presupuestos del Estado para 2020 se propone una subida del sueldo de los funcionarios del 0.9%, en línea con la inflación prevista. Posiblemente está presente la defensa genérica de lo público, la defensa del poder adquisitivo de los trabajadores, etc etc. No creo que la razón es la que acaba de decir la ministra de Economía, a la que profesionalmente valoro, de que se hace para estimular la demanda. Para mí, si me permiten, hay un poso de las ideologías trasnochadas a las que me refería más arriba. Si nos ponemos en la situación en la que se encuentra el sector privado del país, trabajadores, empresas y miles de autónomos, a pesar de las ayudas públicas que estén recibiendo, encuentro que es una medida bastante insolidaria. No nos extrañemos de si estos sectores, económica y laboralmente más perjudicados, luego votan opciones populistas.

Un presupuesto progresista podía recoger muchas medidas más solidarias: dotar de más personal a determinados servicios, gratificar a algunos colectivos, poner más medios para las emergencias sociales y económicas a las que nos vamos a enfrentar. Creo que había otras muchas formas de explicitar el compromiso con lo público en línea con las ideologías progresistas, ante la crisis sanitaria y económica en la que estamos inmersos.

La ideología es importante, nos posiciona y nos orienta en nuestras decisiones y objetivos, pero no puede ignorar la realidad socioeconómica, no puede volar sola. Quizá sea oportuno recordar a Keynes, con su práctico sentido común: cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. Y ¿usted qué hace?.