Se cumplen diez años del final de la Expo 2008. Un evento que concitó el entusiasmo de Zaragoza, que regeneró la ciudad y sus infraestructuras, pero que también dejó tras la muestra una ingente colección de edificios y espacios sobre cuya utilidad aún se debate. La crisis no facilitó la puesta en marcha de su ocupación para la actividad permanente. Sin embargo, aunque iconos de aquel certamen tienen difícil salida en la actualidad, un 74% de las instalaciones de Ranillas están ya ocupadas. Un balance de claroscuros sobre el que hay que seguir actuando para llenarlo de vida.