Tengo que reconocer que el robo de unas joyas perpetrado durante la 31ª gala de los Goyas no me causa ningún lamento, sino todo lo contrario, más bien se me asemeja a la película cómica El robobo de la jojoya, aunque por cortesía diré que lo siento por la marca Suárez porque es una pasta, pero el prestar joyas y vestidos para aparentar una realidad que no existe, manejarse en una superficialidad y poner en valor intereses superfluos, francamente, me da mucho coraje, sí, porque los verdaderos valores de este país están en otros caminos de la cultura, están entre los escritores, los músicos, los científicos y todo tipo de artistas, aquellos que se manejan con otros intereses menos epicúreos; por personas honestas, por los que se dedican íntegramente a ayudar a los demás; todos estos ciudadanos son los que importan, los que pueden enseñarnos a avanzar hacia terrenos de lo perdurable. Como el recuerdo de la activista cultural Paloma Chamorro, recientemente fallecida, cuya extraordinaria labor de divulgación cultural en los años 80, supuso una ventana abierta a una España que empezaba a tomar las riendas, a despertar del letargo de 40 años. Nos brindó la oportunidad de visualizar a todo tipo de artistas, resultaba reconfortante saber que esa energía que proyectaba se llenaba de un haz hacia un lugar más acorde y sempiterno. Estábamos esperanzados viendo ese horizonte lleno de posibilidades, cual exploradores dispuestos a descubrir lo que intuíamos. Han pasado más de tres décadas desde entonces y lo que vemos es lo efímero, la superficialidad da lugar a estancias cortas, a lenguajes vulgares con tendencias lingüísticas de memes falsos. No sé a dónde vamos, posiblemente tengamos que volver a reinventarnos.

*Pintora y profesora