En unos pocos días visitará Zaragoza y María de Huerva Gustavo Martín Garzo. Vendrá con su último libro debajo del brazo: La rama que no existe (Destino). Otra de esas ficciones suyas donde la realidad y la ficción, lo doméstico y lo mágico se vertebran de una manera muy original.

El ámbito narrativo de este originalísimo autor se nutre a medias tintas de elementos empíricos y elementos oníricos, trenzando con ellos, alrededor de ellos y en el interior de ellos una prosa tan ensoñada y bella como conceptualmente colmada de misterios y de nieblas.

La rama que no existe nos transporta al norte de España, a una atmósfera, la cántabra, que el autor vallisoletano conoce bien, pues pasa largas temporadas en el entorno de la ría de Oyambre. En ese paisaje mágico, de olas y pájaros, ambienta una historia de amor entre un pintor y una profesora.

Sus sentimientos prestarán base a un argumento que poco a poco, sin embargo, como la mayoría de las creaciones de Martín Garzo, se irá elevando y al mismo tiempo difuminando en alas de lo extraño, lo extraordinario, lo sobrenatural...

Su lectura me hizo recordar la primera novela de Martín Garzo que cayó, hace ya muchos años, en mis manos, El lenguaje de las fuentes. Por ella le concedieron, muy merecidamente, el Premio Nacional de Literatura.

Sigue siendo hoy, veinticinco años después, una obra excepcional. El lenguaje de las fuentes nos habla de la relación entre María y José. El carpintero asiste con respeto y estupor al embarazo de su esposa, debiendo acostumbrarse a la presencia de ángeles en su casa. A ellos les cuesta bajar a la tierra, aclimatarse, respirar, no siendo jamás tranquilizadora su presencia. Su aparente custodia de la criatura que crece en el vientre de María someterá al marido a un desasosiego, a una tensión creciente. José oirá voces, entreverá sombras, soñará con grandes catástrofes, pero tratará, por encima de todo, de proteger a su mujer, cuya misión no se le ha revelado a él con la misma confianza y claridad.

Una novela perturbadora, magistral, que se lee con la sensación de haber pasado al otro lado del mito, de la leyenda, de la religión...