Es notorio que los partidos políticos observan lógicas diferentes y manejan lenguajes distintos según sean gobierno, oposición o estén en campaña electoral. Incluso habría un cuarto tipo, que se alimenta de los vaivenes de los continuos sondeos, que abarca desde la ocurrencia puntual que te garantice una presencia constante en los medios a esos otros mensajes que Pablo Simón llama «atajos partidistas», que se valen de la polarización visceral para conseguir réditos y fidelizar a afines.

Si el lenguaje electoral es puro voluntarismo con el único propósito de crear una marca propia y reconocible frente a todos los demás, el de oposición es esencialmente reactivo a cualquier iniciativa del adversario en el poder, aunque sea contradictorio con lo que se ha defendido o practicado en el pasado. Por fin, el lenguaje gubernamental viene matizado por un baño de realidad de esas fuerzas mayores que no pasan por las urnas: los mercados y los grupos de presión. Se vuelve ponderado en la izquierda y paternalista en la derecha.

Con frecuencia, sin embargo, todos los lenguajes acaban entremezclados y sirven para cualquier ocasión, como le ocurre a este PSOE que ha cumplido cien días en el poder coincidiendo con sus mejores momentos de relación con Podemos. Pero no es izquierda todo lo que reluce. Por ejemplo, Pedro Sánchez ha renunciado al impuesto a la banca, duda sobre el del diésel y ya veremos qué pasa con el de sociedades. Además, no se publicará la lista de amnistiados de Montoro ni se derogará la reforma laboral; en un caso por presunta inconstitucionalidad, en otro por aritmética parlamentaria. También deja para mejor ocasión la derogaciones de la ley mordaza o la LOMCE.

Mención aparte es la cuestión eléctrica. Tras declarar que el suyo será un Gobierno ecologista y crear un ministerio para la Transición Ecológica en el país europeo de más horas de sol, conocemos que el recibo de la luz sube más que nunca mientras el beneficio de las tres grandes empresas del ramo supera los 5.600 millones de euros. La honestidad en el cese del ministro francés Nicolas Hulot, frustrado por no poder llevar a cabo sus promesas medioambientales, sitúa a Pedro Sánchez frente a su espejo. En 2016, Facua promovió un manifiesto junto a una veintena de organizaciones de la sociedad civil reivindicando seis medidas en materia de política eléctrica para acabar con la especulación. Un manifiesto que, por cierto, el PSOE no suscribió. H *Periodista