El anteproyecto de ley integral por la protección de la libertad sexual y contra las violencias sexuales, impulsado por la ministra de Igualdad, Irene Montero, es el síntoma de lo mucho que le queda todavía por rodar a este gobierno de coalición. Llevados por el fervor de aprobar leyes con nombre propio (a esta ya se la conoce como «Ley Montero») lo que se ha presentado es una chapuza que invade competencias de las autonomías, se ha metido en charcos como ampliar las competencias de los juzgados especializados en violencia de género, entraba en aspectos reservados a la ley de la infancia… En fin, que modificar el código penal es una cosa muy seria que, recordemos, tiene que proteger tanto a la víctima como a la persona acusada hasta que se demuestre que es culpable.

El texto ya se ha pulido, y luego tiene que pasar por el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Estado y el Consejo Fiscal, suficientes filtros como para que la ley resulte garantista. Pero a lo que voy: hay muchas cosas que este gobierno quiere cambiar, lo que deberíamos agradecer después de tantos años de parálisis. Pero también es verdad que el excesivo protagonismo de algunos ministros y/o ministras, la falta de preparación profesional, las ganas de dejar huella en la historia, tampoco van a contribuir a que estemos mejor gobernados. Esta ley es fundamental para las mujeres, para la libertad sexual de los españoles y para combatir mejor la violencia de género porque, si no me fallan las cuentas, ya llevamos trece mujeres muertas en 2020. Me importa un pito que la ley se llame Montero o Mari Pili. Piensen en esas muertas, más las que vendrán, y hagan su trabajo bien. Sobre todo, no nos avergüencen. teras.

*Periodista