La empresa nacional de electricidad (Endesa) nació (1944) en la España autárquica del franquismo con la finalidad de producir energía a partir de saltos hidroeléctricos y centrales térmicas abastecidas con carbón nacional. Durante décadas coexistió con empresas privadas --Iberduero, Hidroeléctrica Española, Unión Eléctrica, Fenosa, y otras menores-- funcionando el conjunto como un oligopolio energético en el que uno de sus jugadores era público.

Con el gobierno de Felipe González, se privatiza parcialmente. Una oferta pública de venta (OPV) sobre el 24% de su capital es el inicio; pero ya con Aznar (1997) -- y en aplicación de su credo liberal-- se acelera el desmantelamiento del sector público: Endesa, Telefónica, Repsol, Tabacalera, Argentaria,… pasan a ser empresas privadas. En el caso de Endesa, el Estado sólo conservará el 3% de su capital. Poco han cambiado las cosas; el sector eléctrico sigue siendo un oligopolio con menos actores pero todos privados y un oligopolio significa nula competencia, no lo olvidemos.

En España, las compañías eléctricas con sus ingresos asegurados y sus fabulosos beneficios en cada ejercicio, se convierten en piezas codiciadas por los gigantes del sector. Así desde final de 2005 y años siguientes, se suceden movimientos de OPAS alternativas sobre Endesa (unas fallidas y otras no) de grupos energéticos españoles y europeos. Gas Natural, Eon, Acciona, ENEL, pugnaron duro por llevarse Endesa y finalmente (1997), la estatal italiana Enel junto a Acciona se hacen con el 92% de su capital y Acciona vende a Enel el 25% que tenía seguidamente. De ese tiempo, los españoles recuerdan a Manuel Pizarro en su pantomima con la Constitución en la mano y proclamando la vulneración de sus derechos. Dada su condición de expresidente y accionista -y no menor- del Sr. Pizarro, tendremos siempre la duda de si defeNdía sus derechos o su bolsillo.

Enel pagó 65.000 millones de euros por el control de Endesa y la convirtió en su filial; la desmembró, separó su actividad exterior y se dispuso a recuperar rápido - vía dividendos -el dinero invertido. En octubre del año 2014, Endesa ya repartió un dividendo extraordinario de 14.600 millones, cifra estratosférica que equivalía a la mitad de su capitalización (y para la que tomó dinero a crédito y préstamos de inversores), pero a nadie pareció sorprenderle esto y sobre todo nadie alzó la voz contra esta irracionalidad del “libre mercado”. En los ejercicios 2015 y 2016 ha repartido el total de sus beneficios y sigue recibiendo el aplauso del mercado. En mi opinión esto lo más parecido a descapitalizar una empresa, pero debo tener una visión muy anticuada de finanzas.

En nuestro país, y desde siempre, el oligopolio eléctrico cobra a precio muy alto los Kwh producidos (nunca justificado ni auditado el coste real de su generación), y luego hay unos costes regulados (moratoria nuclear, energías renovables, potencia, transporte y distribución, …) que son permitidos por los gobiernos de cualquier signo. Con todo ello, se infla el recibo hasta hacerlo el más caro de los países europeos desarrollados. Y si decides apagar bombillas para un recibo menos oneroso, sólo ahorrarás sobre el 35% del coste del recibo. En pocas palabras, imposible escapar.

Durante años, la tarifa eléctrica (el precio por Kwh que cobran las compañías suministradoras) era regulado, es decir eléctricas y Gobierno pactaban el precio que regía varios meses y a veces un año. Pero en 1997, del cerebrito del Sr. Piqué i Camps, a la sazón ministro de Industria, surgió el invento de costes de transición a la competencia o CTC. Con ellos se decía que llegaría la liberalización del mercado y la libre competencia triunfaría al fín (paradigma liberal). Esto se tradujo en una estimación de ingresos extra para el oligopolio de 1,9 billones de pesetas a recibir en los diez años siguientes, si bien finalmente fueron 1,65 billones que tampoco estaba mal.

Años mas tarde, otro invento, el déficit de tarifa o diferencia entre lo que cobran por la electricidad suministrada y lo que cuesta producirla. Nunca esto fue probado pues jamás permitieron estudio ni auditoría sobre sus costes reales, pero no obstante se aprobó este déficit de tarifa y cada año se adeudaba más a las compañías hasta llegar a 24.000 millones (esta vez de euros) que pagaremos en “cómodos y largos” plazos con nuestro recibo en años venideros.

Y para terminar la adopción del sistema de subastas trimestrales para fijar el precio del kw-h, que en las Navidades del 2013 y como el precio había llegado a las nubes, fue sustituido por otro diario (necesario y transparente según la patronal Unesa), que de nuevo ha llevado los precios ahora mismo -frío enero 2016- a las alturas de la nube anterior o tal vez más altos.

En las subastas diarias de electricidad, pagamos todos los kw al precio marginal (el último que entró a la subasta y el más caro); así que las empresas cuanto más ineficientes se muestran, más beneficios obtienen. ¡Viva el liberalismo que premia a los torpes e incompetentes!

Estos son grosso modo los rasgos sustanciales y los males de nuestro sistema eléctrico. Así que, si con alguna frecuencia vemos o escuchamos a algunos políticos o ciudadanos referirse al asunto de “las puertas giratorias” apuntando a antiguos ministros y presidentes del Gobierno de todos conocidos; ya nadie se extraña de nada. Hemos asumido que es parte del pago por lo recibido antes. El refranero lo refleja con enorme naturalidad y acierto: “favor con favor se paga”, dice el refrán.H *Profesor jubilado de instituto