Desde que el Gobierno de Aragón decidió dejar de subvencionar un escaso número de aulas en los centros concertados, no hemos dejado de escuchar encendidas defensas de la libertad de elección de centro por parte de diferentes sectores sociales. Aunque el argumento es falaz y no se sostiene, porque en absoluto se atenta contra la libertad de elección, ya que no se cierran aulas (eso lo ha venido haciendo el PP en la pública sin que ningún juez dictaminara medida cautelar alguna, aunque ello supusiera dejar sin escuela a niños y niñas que debían, como consecuencia, embarcarse en largos viajes para llegar a centros de enseñanza en otras localidades), las connivencias económicas e ideológicas de ciertos medios de comunicación y partidos políticos con la concertada han dado voz a los intereses empresariales de esta.

Sin embargo, hete aquí que esa libertad de elección que tanto, y tan demagógicamente, se reclama, después es negada por muchos (¿todos?) los centros concertados de orientación católica a la hora de la elección de asignaturas por parte de padres, madres y alumnado. La normativa establece la existencia de asignaturas que deben ser ofertadas de modo obligatorio por los centros para que el alumnado pueda elegir entre ellas. En la ESO deben ser ofertadas, por ejemplo, Religión y Valores éticos. Sin embargo, al parecer muchos centros católicos no ofertan Valores éticos y obligan, de ese modo, a todo su alumnado a cursar Religión. A parte de contravenir la normativa y de ser un ejercicio atentatorio contra la libertad de enseñanza, supone un acto de extremo cinismo, dado que si existen las asignaturas alternativas a la Religión es porque la Conferencia Episcopal se empeñó en ello. Los obispos saben que si no hubiera alternativa a la Religión y el alumnado y los progenitores pudieran elegir entre Religión o más tiempo para descansar o dedicarse a preparar otras asignaturas, optarían por lo segundo. Sin alternativa, Religión tendría unos niveles de matrícula muy bajos. Por ello, hicieron cuestión de principio de que hubiera una alternativa a la Religión. Pues bien, cuando consiguen la existencia de esa alternativa, deciden no ofertarla.

¿Imaginan ustedes qué sucedería si un centro público decidiera no ofertar Religión y obligara a su alumnado a cursar Valores éticos? Pues que, evidentemente, ajustándose a la ley, no se le permitiría y la administración intervendría para colocar las cosas en su sitio. Sin embargo, la situación contraria es, por lo que se ve, tolerada, dado que no estamos ante un hecho nuevo, sino que se arrastra de atrás.

En realidad, nos encontramos, además de ante una posición ideológica vulneradora de la legalidad, ante otro mecanismo de segregación, ante otra estrategia para impedir que alumnado no deseado se cuele en centros concertados sostenidos con fondos públicos. Pues si se obliga a cursar Religión católica es evidente que colectivos no pertenecientes a esa creencia quedan inmediatamente excluidos de dichos centros. A las estrategias económicas de selección de alumnado, se unen estrategias ideológicas, que nos hablan de una escuela que no atiende a la diversidad social y que, por tanto, no debiera ser sostenida con fondos públicos. Es legítimo seleccionar al alumnado, claro, pero no cuando uno se nutre de fondos públicos.

Nos hallamos ante un hecho grave. Grave desde una perspectiva formativa, ya que impide a muchos muchachos y muchachas no solo elegir la formación que desean, sino tener el conocimiento de algo de lo que nuestra sociedad está profundamente necesitada: los valores éticos. Claro que mucho habría que decir también de unos gobernantes que entienden que la ética debe ser un conocimiento optativo. Ellos, me refiero al PP, promotor de la LOMCE, hicieron su opción hace tiempo y decidieron olvidarse de la ética, es evidente. Y grave desde una perspectiva normativa, ya que no se puede tolerar un incumplimiento tan flagrante de las obligaciones legales. Imaginamos que la Consejería de Educación arbitrará a la mayor brevedad las medidas oportunas para evitar esta vulneración, esta sí, de la libertad de elección.

*Profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza