Ya se ve que subcontratan hasta para hacer la guerra. O especialmente para ir a la guerra. Antes al menos había mercenarios, que estaban especializados y firmaban contratos más o menos formales, con buenos sueldos, etc. Ahora ya se acerca el contratista a la plaza del pueblo y pilla lo que haya, material humano, desesperación, lo que sea. Se externaliza hasta la familia, se contrata por horas, como en la peli homónima de Fernando León, que era un anticipo. El arte, si existe, es siempre un poco de anticipo, en cualquiera de sus modalidades y formatos, el arte o lo que sea, entrega una dosis de adelanto, una especie de noticias del futuro, más o menos entreveradas con detalles de costumbrísmico vivir. Se contrata gente por minutos, y asi, poco a poco, a fuerza de flexibilizar, se llega al pleno empleo técnico, que es una manera de hablar, un pretensado para que podamos seguir haciendo equilibrios sobre el abismo diario, desde el que se atisba un barranco afilado de visas y facturoides. Se compran vidas por cuatro perras, soldados efímeros, transportes de dinamita a tanto el kilómetro, a bulto, la mano de obra tiende al infinito. Lo más bonito es la historia del señor de Teruel que se inventó y patentó un nuevo tipo de cemento más ligero y resistente usando la escoria de la central térmica de Andorra, en la que trabajó durante años. Es una historia preciosa, que abre una rendija a las posibilidades de la imaginación y del autoempleo, eso mitos que van arrancando en el proceloso neoliberalismo, tan variado y contradictorio, tan lleno todavía de monopolios de todo tipo, en todas las escalas. El Colegio Mayor Cerbuna, de la UZ, ha organizado una mesa redonda sobre la universidad privada, esto es un signo de vitalidad y de rasmia, la propia universidad pública, una de sus ramas, abre el debate. Hay que debatir intensamente sobre todos los temas, Ebrópolismente, sobre los metros --zarametro.com--, las expos y las disidencias, tan sanas y naturales. Ya sabemos que los despidos y cierres tienen el truco estándar: despedir a los fijos con antigüedad y fichar a precarios, y así indefinidamente.

La contrapartida de esta moda tan poco japonesa --que ya se verá si sirve para producir mejor o peor--, la contrapartida es el I+D personal, desesperado, incesante. Y, con todos sus riesgos, una gran libertad.

*Escritor y periodista