Hoy toca desconfinamiento. Que conste que no creo que haya una persona a la que le guste más la calle que a mí. Incluso pienso mejor delante de un café, en cualquier cafetería. Y esos vermús eternos con amigos… Vamos, que no veo la hora de poder circular con libertad. Por eso durante el confinamiento estricto, y después durante estos días, no puedo más que ver con estupefacción cómo algunos pensadores con criterio (pienso en Fernando Savater, por ejemplo) se han quejado amargamente de que el Gobierno limitaba sus libertades al no permitirles circular con la libertad que otorga nuestro Estado de Derecho. Casi todos hemos cometido algún pecadillo (ejem) pero, en general, hemos sido un país modélico a la hora de observar la cuarentena. Que, de acuerdo, es un método medieval, pero por ahora es el único que tenemos, el único que funciona para evitar la expansión del virus. Si su sagrada libertad a circular cuesta un solo muerto (y digo uno solo, cuando los estamos contando por miles) pues usted no tiene libertad para ir a ninguna parte, y se acabó. Es que no es tan difícil de entender. Lo mismo pasa con quienes piden, pensando en su beneficio político, que se acabe el estado de alarma. Pero vamos a ver, ¿piensan con la cabeza o con el egoísmo partidista? Una vez llegados hasta aquí, acabemos las cosas bien. Totalmente de acuerdo con que Pedro Sánchez debería ser más dialogante, pero no me vengan con que los vascos a su ritmo, los votantes del PP al suyo, y así hasta la náusea. Que sí, que todo se puede mejorar. Pero mejorar quiere decir hacer las cosas mejor, no hacer lo contrario de lo que diga el Gobierno solo para marcar paquete. Porque el bicho, no se olviden, sigue ahí fuera.

*Periodista