No me preguntéis cuántas veces, desde que abrimos la librería, amigos lectores han entrado por la puerta tendiéndonos la bolsa de libros que llevan en la mano, diciendo: «Os traigo estos libros, que tengo que hacer sitio en casa». Nosotros no aceptamos libros en general. Los de los amigos lectores de confianza, en cambio, sí que nos los miramos: ellos nos conocen y saben cuáles son nuestros gustos y los títulos que queremos ofrecer a nuestros clientes. Muchas veces nos encontramos con uno de los libros en la mano, preguntándoles: «Pero, hombre, ¿este no lo quieres?». La respuesta habitual suele ser que no, que hace tiempo le dio por leer cosas de aquel autor o de aquel tema del que trata el libro, pero que ahora sus intereses han cambiado y saben que no lo van a volver a leer. Las bibliotecas personales cambian prácticamente al mismo ritmo que uno mismo va cambiando. Pocas cosas dicen más del momento en el que se encuentra una persona que la lista de libros que tiene arrinconados en la última balda de su biblioteca y la lista de los que tiene bien a mano, en la mesilla o en el despacho. Pocas cosas explican tanto sobre lo que alguien ha vivido en un momento pasado de su vida y sobre el momento actual en el que se encuentra. Cuando nos preguntan: «¿Cómo es que acertáis tanto cuando recomendáis libros?», la respuesta es: «Cuando nos preguntáis, vosotros mismos nos estáis contando qué tenéis en la cabeza y, por tanto, el libro que en ese momento queréis leer». Nuestro trabajo consiste simplemente en saber que ese libro existe.

*Librera