El precario optimismo estival en torno al covid-19 se desvanece ante la cruda realidad pandémica. Son estos tiempos difíciles, que precisan de puntales sólidos en losque apoyar nuestro desamparo; tiempos, también, donde la dedicación a la cultura ha de ser un gran aliado y donde un buen libro representa el camino más accesible para nuestro enriquecimiento, si la amenaza de un próximo confinamiento domiciliario deviene triste certeza.

Me gustaría señalar, en primer lugar a la oferta de autores aragoneses, que ha experimentado un auge extraordinario en las últimas décadas, al menos en lo que a obras publicadas se refiere, aunque no tanto en cuanto a difusión y venta. Editoriales como Huerga y Fierro han mostrado un cariño especial y atención hacia los escritores de nuestra comunidad, en mi caso con siete libros ya bajo este sello editorial, el último de los cuales ha visto la luz en pleno confinamiento. Mas si preferimos los clásicos, sería recomendable tornar la mirada hacia Pérez Galdós, insigne autor de cuya desaparición se cumplió un siglo el pasado enero y que, junto con Cervantes, es reconocido como representante cumbre de las letras españolas. Existen muchos motivos para leer a Galdós, el primero, por supuesto, su excelsa calidad literaria; sin embargo, me gustaría apuntar otro algo menos notorio: su modernidad, anticipando un futuro irreconocible en su época, así como la defensa del ideal femenino, tan precisamente retratado en obras como Tristana, cuando la igualdad de género ni siquiera se concebía y la mujer, caso de no optar por el matrimonio y consiguiente cambio de subordinación entre padre y marido, se condenaba a una triste alternativa: elegir entre un hambriento descarrío como cómica o la prostitución. Leer a Galdós es vital para entender los días difíciles en que vivimos.