La telebasura está en la picota. El Gobierno afirma que le pondrá coto y las cadenas públicas y algunas privadas dicen querer autorregularse, al menos en el horario infantil. Las soluciones propuestas, por ejemplo, por Carmen Caffarel son todas de una sensatez apabullante pero, como la máxima responsable de RTVE reconoce, muchas de ellas ya están contenidas en anteriores normativas. Lo que ocurre es que no se cumplen. No se respeta la directiva europea Televisión sin fronteras en lo que se refiere al horario protegido, ni se ha hecho realidad el intento de autorregulación impulsado por el Gobierno en 1993, que contaba con el supuesto apoyo de cadenas públicas y privadas, ni éstas cumplen algunas condiciones a que les obliga la ley que les permitió obtener la licencia.

El Gobierno prevé crear dentro de un año un consejo audiovisual con competencias para pedir incluso la retirada de licencias. Pero hoy ya tiene potestad y motivos sobrados para sancionar sin necesidad de crear nuevas normativas. Puede no ser necesario que lo haga si los responsables del penoso espectáculo que da la televisión en España entienden que han sobrepasado el límite y que la tolerancia, que ha tenido nefastas consecuencias en los últimos años, se acaba.