George Bush cerró la convención del Partido Republicano con un discurso de aceptación de la candidatura presidencial suscribiendo todos los argumentos de la derecha dura y presentándose como el dirigente fuerte que EEUU necesita en estos tiempos de guerra antiterrorista. No es ninguna sorpresa. Desde hace tiempo la estrategia republicana busca esconder el fracaso de la aventura iraquí y la mala gestión interna en EEUU (déficit colosal, destrucción de empleo, más pobres, menos gente con cobertura médica) explotando todo lo que recuerde al 11-S. La misma elección de Nueva York como sede de la convención obedeció a ese propósito. Los republicanos se han mostrado tan arrogantemente satisfechos por los logros de Bush como hizo aquí el PP con Aznar. Consideran a John Kerry un riesgo para la seguridad nacional. Tachado de peligroso demócrata con tendencias intelectuales, proponen la alternativa de seguir con Bush de comandante en jefe . Visto desde Europa es un espectáculo desolador, pero puede funcionar en la tensionada situación psicológica norteamericana. Faltan ocho semanas para las elecciones y los debates en TV decantarán al 12% de votantes indecisos, que son fundamentales para ambos candidatos.