La campaña del Gobierno griego para recuperar los frisos del Partenón que se exhiben en el Museo Británico reaviva un conflicto cultural sobre la propiedad de este tesoro artístico del famoso templo dórico, expoliado hace más de 200 años por lord Elgin, embajador de Gran Bretaña ante el Imperio otomano. La casualidad ha propiciado que la polémica se vista de rosa, por la intervención de la abogada Amal Alamuddin, recientemente casada con George Clooney, lo que da una proyección mediática de primer orden. La defensa británica, teñida aún del rescoldo imperialista, se basa en la garantía de una mejor conservación de los mármoles en Londres. La reivindicación helena (que ya la hizo en 1983 Melina Mercouri) se fundamenta en la ascendencia moral y filosófica de Grecia sobre Occidente y en un inalienable derecho sobre su propia tradición y sus obras, y más con el aval artístico del Museo de la Acrópolis. Con acuerdos bilaterales o con la intervención de los jueces internacionales, los mármoles tendrán que retornar a su ubicación original. Por una cuestión de justicia histórica.