La principal razón de ser de las administraciones autonómicas es su capacidad para abordar los problemas territoriales con un grado de conocimiento, agilidad y eficacia que, se supone, el antiguo Estado centralista español era incapaz de alcanzar. En el origen del Estado de las Autonomías --más allá de delirios nacionalistas-- estaba esta simple premisa: administra mejor quien está más cerca del problema, lo conoce mejor y está en condiciones de aplicar los remedios con mucha mayor eficacia.

La prueba del nueve para el Estado Autonómico y los diferentes gobiernos regionales ha sido la gestión de las grandes competencias transferidas por la administración central: obras públicas, educación o sanidad. Precisamente las que definen la calidad del Estado de bienestar y fijan los estándares de la satisfacción ciudadana en una sociedad moderna. Ahí no se puede fallar sin riesgo de que el ciudadano señale con el dedo de forma precisa y concreta al responsable del mal funcionamiento del servicio.

Lo que está pasando con las listas de espera del Salud aragonés es un mal síntoma del funcionamiento de la administración de esta Comunidad Autónoma. Administrar, ya se sabe, es tarea tan aburrida como necesaria. Pero pasan los años y ya no cuela que Madrid tenga siempre la culpa de todo lo que funciona mal en Aragón. ¿Quién responde, aquí y ahora, de esas listas tontas, que dilatan durante meses exploraciones tan comunes como una ecografía? ¿Tenemos una Sanidad moderna y eficiente?

*Periodista