El erotismo recorre la literatura universal como una fuerza centrífuga, capaz de dinamizar cualquier texto, en cualquier época, y de dinamitar principios, credos, cimientos sociales.

El autor y ensayista Javier Barreiro dedicaba recientemente unas reflexiones a este tema eterno en el contexto de las conferencias organizadas por la Asociación Aragonesa de Escritores y la Sala Ambito. Fue una de esas conferencias que, por su amenidad y amplitud de contenidos, perduran en la memoria.

En opinión de Barreiro, el erotismo es un dominio regido por la singularidad y el capricho. Pertenece al universo individual y, de no estar en activo, cesa de existir. Como el amor, que no alienta sin la imprescindible complicidad de los amantes.

En su gusto por la heterodoxia, Barreiro hermanó a una serie de grandes creadores que, a su vez, fueron destacados amadores. Lope de Vega, quizá el más egregio de ellos, integraba su lista junto a Henry Miller, Pablo Picasso, Ramón J. Sender, Menéndez Pelayo o, por supuesto, el marqués de Sade. Para todos ellos, el erotismo habría ejercido como una fuerza creativa motriz.

Sobre la obra del divino marqués, Barreiro actualizó algunas de sus máximas: "La voluptuosidad no admite ninguna cadena"; "El hombre de ingenio será más adecuado que cualquier otro para los placeres del libertinaje"; y recordó que, en opinión del erotómano francés, el varón, en cuestión de sensualidad, es más visual que la mujer, que se muestra en cambio más auditiva.

Barreiro, cuya erudición abarca múltiples saberes, diseñó un recorrido por la literatura erótica española, sin olvidar la mística. Muchos de los tropos de Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León, destilan, ciertamente, imágenes de sabor gentil. El célebre busto de Bernini refleja en Santa Teresa una expresión que en otra mujer sería de éxtasis carnal, mientras que los juegos espirituales de San Juan, el amado y la amada, pueden asociarse a la literatura cortesana. Las jarchas, La Celestina , La Lozana Andaluza , Amadís de Gaula o Tirant lo Blanc fueron títulos con voltaje erótico incorporado, hasta que los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, combatieron esos impulsos de la lujuria popular, al parecer incompatibles con la fundación del estado moderno.

El siglo XVIII, tan morigerado en apariencia, tan afrancesado y enciclopédico, deparó, por parte de los eruditos a la violeta, un cultivo secreto de letras eróticas destinada a las élites. Así, por ejemplo, Samaniego nos asombró con su "Jardín de Venus", mientras que el timorato Moratín firmaba nada menos que un clandestino volumen titulado "El arte de las putas". Lo cual no tiene nada de extraño si recordamos, como Barreiro recordó con la lectura de sus más rijosos poemas, que tampoco don Luis de Góngora escapó a la báquica tentación de cantarle a la cama.

Barreiro remató su magistral exposición con el siglo XIX, centuria dorada en España para la publicación de toda clase de ingenios eróticos.

Y nos dejó con ganas de seguir escuchándole.

*Escritor y periodista