¿Y todavía lo llamáis ética? Puta vergüenza», así ha respondido el MIR de quinto año David González Calle al diputado socialista Odón Elorza, quien ha renunciado a su dieta de 1.900 euros por estar confinado y no acudir al trabajo. Este joven cardiólogo del Hospital Universitario de Salamanca, con doce años de carrera y especialidad más un contagio de covid-19 y una neumonía bilateral, ha hecho pública su nómina de 1.155 euros por trabajar en la primera línea de fuego de la pandemia. Puta vergüenza, no le falta razón, porque el Ministerio de Sanidad ha aprovechado la situación de emergencia para asestar un duro golpe laboral y moral a los miles de médicos que el 20 de mayo verán cómo se les prorroga la residencia en vez de pasar a ser especialistas.

Según decreto publicado el 30 de marzo, lo que debería ser una contratación masiva de especialistas, así lo anunció el ministro Illa, se convertirá en una simple prórroga de contratos ligados aún al aprendizaje, esto es, mano de obra especializadísima a poco más del salario mínimo. «No aprendemos ni en los peores escenarios», acaba de denunciar el presidente del Consejo General de Colegios Médicos, que viene reclamando mayor reconocimiento y dignidad para unos profesionales que si estuvieran permanentemente tutelados como marcan las pautas de la residencia colapsarían el sistema.

Si Sanidad no rectifica, una joven generación de médicos extraordinariamente preparada se verá obligada a naufragar en contratos de relevo o a largarse del país. Distintas plataformas han recogido estos días decenas de miles de firmas pidiendo un ERTE en el Senado o la aportación del 20% del salario de los cargos públicos, entre otras sugerencias muy juiciosas para que la crisis no vaya solo por barrios, para que no se cebe con quienes nos curan, esos a los que cada tarde rendimos homenaje con nuestros aplausos.

*Periodista