Recientemente se ha conmemorado el 20 aniversario de la muerte de Ernest Lluch a manos de terroristas de ETA. Son varios los aspectos que hay que resaltar de la figura de Lluch, el economista, el universitario, el político, el ministro que universalizó la sanidad, y la persona que anteponía el diálogo frente a la confrontación.

Quiero destacar su papel más intelectual, el de economista, recuerdo en septiembre del 2001 mi asistencia al curso de verano 'Economía regional, nuevas teorías. En Homenaje a Ernest Lluch', organizado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en su sede de los Pirineos, concretamente en el bucólico entorno del balneario de Panticosa.

En ese curso, descubrí el libro de Lluch sobre economía regional, La vía valenciana , una publicación de 1976, cuando ejercía de profesor de Economía en la Universidad de Valencia.

Su obra, que he leído y he consultado en numerosas ocasiones de mi vida, me ha servido para aplicar como manual económico que puede transformar la economía de los territorios, por lo tanto, me atrevo a decir que es la gran obra que se ha escrito sobre modelos económicos regionales.

En su libro, Lluch detalló una guía económica regional, basada en una ideología industrializadora, defendiendo el impulso de las pequeñas y medianas empresas, como necesarias en la vida social y motores de generación de riqueza.

Lluch hace referencia en su obra al desarrollo industrial, destacando su elemento catalizador de creación de una mano de obra cualificada, fruto de un espíritu emprendedor, Lluch a principios de los años 70 ya tuvo la visión de incluir las tecnologías y la internacionalización de las empresas.

Fue un firme defensor de las comunicaciones, con una clara vocación del desarrollo de la economía a través de la logística, un aspecto en el que Aragón es todo un referente.

La 'vía valenciana' recoge la importancia de la creación de institutos de desarrollo y promoción para llevar a políticas económicas y de apoyo a las empresas, así se impulsó en Aragón con la constitución del Instituto Aragonés de Fomento (IAF), que coincide este año con la celebración de su 30 Aniversario.

Durante estos 30 años, el IAF ha impulsado muchos elementos del legado económico de Ernest Lluch: la logística, la industria, la empresa familiar, la formación, la calidad, el modelo EFQM, la responsabilidad social, la transformación digital, etc.

Estoy totalmente convencido de que si Lluch estuviera entre nosotros sería un impulsor de la Agenda 2030 y concretamente de dos de sus objetivos: el ODS, Trabajo decente y crecimiento económico y el ODS17, Alianzas para conseguir los objetivos.