Vuelve Vincent Van Gogh, el loco del pelo rojo, pero esta vez no de la mano de Vicent Minnelli y Kirk Douglas, sus clásicos recreadores en la gran pantalla, sino, también en versión cinematográfica, con la dirección de Julian Schnabel e interpretación de William Dafoe. Van Gogh, a las puertas de la eternidad es un proyecto diferente de los versionados hasta la fecha.

Lo es, fundamentalmente, porque la figura de Van Gogh está tratada sin los habituales parabienes o pararrayos protectores para la salvaguarda y exaltación de ese tipo de historias biográficas edulcoradas, agiotistas, holísticas, hagiográficas, tan habituales en nuestra tradición académica...

No. En su muy particular biopic, Schnabel se ha esforzado por descender los mismos abismos por los que seguramente se deslizó el autor de Los girasoles, presentándonos una semblanza suya muy simple y, al mismo tiempo, dramática. Invitándonos a pensar en la obsesión y en la lucha de un artista en lucha consigo mismo y obsesionado con la naturaleza.

De hecho, su propia vida apenas parece interesarle, si no es en relación con el arte. Tras las formas y el color recorrerá los campos, la campiña de la Francia provenzal, en una soledad prácticamente absoluta. Aligerada tan solo por las visitas de su hermano Teo, marchante de arte, pero incapaz de vender un solo cuadro suyo, o de Paul Gauguin, con quien Van Gogh compartía generación, espíritu de rebeldía y quiso establecer una relación, más que de amistad, de dependencia. Obsesiva, como todo lo que deseaba o pensaba con intensidad.

Excesivo, desequilibrado, incomprendido por una población, la de Arlés, que le tenía más miedo que admiración, Vincent fue ingresado varias veces en hospitales psiquiátricos. Manicomios, realmente, pues a finales del siglo XIX a este tipo de enfermos se les condenaba a largos encierros, tratamientos experimentales y camisas de fuerza.

Una película dura que ofrece un distinto retrato del genio holandés, pero que, al mismo tiempo, al apuntar a la raíz de la creación y no edulcorar sus miserias, nos invita a preguntarnos si no fueron así el talento, el pensamiento, el sufrimiento del loco del pelo rojo.