Sin duda, la prioridad es atajar la enfermedad y proteger la vida de las personas ante un enemigo imprevisible, del que aún se desconoce casi todo, pero también es ineludible e impostergable tomar medidas para que las sociedades no quiebren, como siempre, por su eslabón más débil aunque sea el más grueso. En España, la pandemia ya supone 900.000 afiliados menos a la Seguridad Social, mientras la Organización Internacional del Trabajo (OIT) avisa de que, en diferentes grados, está afectando y afectará al 80% del empleo mundial. Es previsible que en un próximo futuro exista una vacuna para el virus, pero puede llegar tarde la solución social.

La política ha de lidiar con estas dos prioridades al mismo tiempo, aunque sean de naturaleza distinta. No hay opción. Y es tiempo de demostrar y exhibir si la política es verdaderamente el terreno de la responsabilidad institucional, por complejo que sea el escenario, o si se trata de un ejercicio partidista, de cálculo para minimizar riesgos o de optimizar magnificando los errores ajenos. Es el dilema de la alta o baja política, siempre teniendo en cuenta que la táctica desde el poder tiende a ser defensiva y la de la oposición ofensiva, como en el ajedrez uno juega con fichas negras y otro con blancas.

En este cara y cruz de si es mejor luces cortas o luces largas, para el que no todos están preparados, ya hay quien ha tomado una decisión: la oposición portuguesa ha apoyado incondicionalmente a su gobierno, de un modo tan realista como emotivo. Allí lo primero que han hecho es unir fuerzas, luego ya verán qué nombre y apellidos le ponen. Aquí, sin embargo, primero echamos mano de la ouija para evocar los Pactos de la Moncloa como cuando el Madrid llama al espíritu de Juanito para una remontada, y luego ya vamos viendo. Algo saldrá. O no.

Como se vio el miércoles en el Congreso, algunos ya no pueden con el confinamiento mental porque su razón de ser es la visibilidad, aunque sea a base de bulos, dando crédito al primero que pasa, o interpretando sesgada e interesadamente, porque, en el fondo, se deben solo a los suyos. Algo parecido a lo que recibimos de Europa, presunta UE se puede decir ya, con las reticencias de los gobiernos de Holanda (en contra de 78 de sus economistas) y de Alemania ('Der Spiegel' ha tildado de «mezquina y cobarde» la posición de Merkel). Ambos pensando en sus electorados locales. La crisis del 2008 solo cubrió de barro a algunos. Puede que esta vez haya lodo para unos cuantos más.

*Periodista