Podría estar pasando últimamente con las adaptaciones cinematográficas de obras literarias que los directores no lean los libros en los que dicen inspirarse.

Sería el caso de Chris Sanders, director de La llamada de lo salvaje, supuestamente inspirada en las novelas de Jack London.

Autor que, como ningún otro, narró las peripecias de los buscadores de oro en Alaska. De las novelas de London emana una vida intensa, primitiva, ancestral, la fuerza de una naturaleza que se manifestaba indomable hasta que el hombre comenzara a dejar sus sucias huellas.

London es pura aventura, pura pasión. Bien cierto es también que procura descubrir lo extraordinario y heroico en sus personajes, pero sin por ello ocultar la maldad ni edulcorar lo real, como sí hace, a lo Disney, Sanders. el director de La llamada de lo salvaje. En las imágenes de esta película juvenil, edificante hasta la simplicidad, no queda nada de London ni de aquel Yukón, tramperos, osos o perros sobre los que escribió.

De la misma manera, Pedro Sánchez está intentando despojar de todo extremismo o crueldad la novela del procés.

¿Cómo? Transformando al loco conductor de su trineo, a Quim Torra, del visionario lunático instigador de la violencia que ha venido manifestándose en un honesto explorador de futuros bienes en el manto de nieve de esa congelada relación Moncloa--Generalitat.

Así, primando la forma sobre un fondo (autodeterminación, referéndum, amnistía) acerca del que no parece haber manera de ponerse de acuerdo, Sánchez edulcora, atenúa, maquilla, rebaja la intensidad del drama político a una amable comedia de costumbres donde las sonrisas, las fotos, las anécdotas podrían ir sustituyendo poco a poco, en su esperanza, al enfrentamiento en los despachos y en las calles de Cataluña.

Es una táctica, por supuesto, una manera, como ese morigerado, edulcorado, falso y banal estilo de cine de La llamada de lo salvaje, de llegar a grandes públicos con las grandes pasiones convenientemente moderadas.

Olvidando, en cualquier caso, la historia original, su sentimiento genuino, para convertirlo en cuento.