Empleo unos muy productivos días en la Feria del Libro Internacional de Guadalajara, (Jalisco, México), inmerso en la relación con otros autores y con un público lector, el mexicano, ciertamente educado y generoso hasta el entusiasmo con los escritores de ficción. Jornadas, por otra parte, coincidentes con la toma de posesión del nuevo presidente de la República de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador.

Quien, en sus presidenciales discursos, se presentaba ante el mundo dispuesto a cambiar de arriba abajo una realidad, la mexicana, plagada de contradicciones e incertidumbres.

La primera de ellas, la inseguridad endémica del país, con su sangrienta ola de secuestros, extorsiones y crímenes, muchos derivados de la acción de las bandas dedicadas al narcotráfico, cuyo número y peligrosidad no cesa de aumentar. Obrador ha comenzado a reunirse en laicos maitines de seis de la mañana con los responsables de la Policía y del Ejército, para poner orden en los cuerpos armados, que falta hace. Pero, ¿son Obrador y su partido, Morena (Movimiento Regeneración Nacional) revolucionarios o renovadores?

Las propias siglas lo adelantan. También da pistas la lista de los tres invitados particulares o privados del matrimonio Obrador a la toma de posesión: Silvio Rodríguez, Jeremy Corbyn y Miguel Ángel Revilla. Un cantautor mítico, un neto dirigente de izquierdas y un político regionalista. Marxismo utópico, izquierda real e identidad territorial.

De lo que no hay duda es de que Obrador gobernará para los más necesitados de su pueblo. El compromiso de bajar impuestos y subir salarios así lo marca, sin duda. Su cómplice relación con las comunidades indígenas apunta, también sin vacilaciones, a una defensa del México más centenario o ancestral.

De lo que sí hay muchas más dudas es de su relación con la clase empresarial y de la orientación que imprimirá a la economía del país. La paralización del nuevo aeropuerto del DF, en fase de construcción, con un gasto ya computado de 3.000 millones de dólares, ha helado la sangre a los empresarios. Como dijo Joaquín Sabina, México nos trastorna...