Decía Víctor Hugo que no había malas plantas ni malas semillas, sino malos cultivadores. Ese pensamiento suyo y el título de su más famosa novela han inspirado al director de cine francés Ladj Ly para rodar su interesante y homónima película Los miserables.

Una cinta dramática, de ficción, pero con un aire documental al fondo, debido a su realismo.

Estos miserables, con protagonistas negros y mulatos, pero todos franceses, tanto como lo eran los héroes de Hugo, Cosette y Jean Valjean, lo son por su falta de oportunidades y su condena, casi desde su nacimiento, a la marginación.

La película está ambientada en una de las banlieue de París. Barrios periféricos que, integrados por viviendas de protección oficial, albergan a miles de familias de emigrantes, la mayoría de origen africano. En esas barriadas se acumula buena parte de la conflictividad de la capital francesa. Capas de su población, en especial las más jóvenes, padecen la escasez de servicios y la abundancia de droga.

La trama argumental se centra en el clásico enfrentamiento entre miembros de la policía y bandas juveniles.

Los agentes, muy duros y experimentados en la jungla de asfalto, recurrirán a toda clase de recursos, incluida la violencia injustificada, para mantener algo parecido a lo que ellos entienden por orden público. Les apoyan, y ayudan de manera subrepticia algunos vecinos, antiguos delincuentes en su mayoría, que han pasado al rol de confidentes, y cobran por ello de una manera u otra, intercambiando con la policía préstamos y favores, en una práctica peligrosa y más bien al margen de la ley que paralela a ella.

Bajo a ese precario rostro del Estado de Derecho, el cuerpo indócil de una sociedad salvaje se agitará en estertores. Bastará una chispa para que todo salte por los aires y la violencia más brutal arrase las calles de la banlieu. El enfrentamiento de adolescentes, casi niños, con las brigadas, verdadera guerra sin cuartel, con toda clase de armas que persiguen la destrucción del contrario, invitará a pensar a los espectadores en las causas de esa degradación y en sus posibles soluciones.

¿Las hay? La película termina con un interrogante.