Uno más. Un goteo insoportable. Un drama para cualquier país pero especialmente para aquellos sumidos en la oscuridad que provoca llevar siempre las luces cortas. Esta semana hemos conocido que otro de nuestros iconos abandona España. Se trata del director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, Juan Carlos Izpisúa Belmonte, un hombre poco conocido por el gran público pero que es una eminencia en el mundo científico. Hay todavía alguna confusión en torno a su decisión, pero lo cierto es que se va, después de ser fichado hace unos años cuando estaba en el Instituto Salk, en San Diego, California, lugar al que parece que va a regresar.

Más allá de las razones de su salida, el hecho es que se marcha, como muchos de sus colegas, a países donde se mira hacia adelante. Un ejemplo: según la Oficina Federal de Estadísticas de Alemania, 29.910 trabajadores españoles se marcharon a ese país en el 2012, el 45% más que en el 2011. Del 2013 hay datos solo del primer trimestre y ya fueron el 39% más, así que imaginen el cierre del año. La fuente, como se ve, es Alemania, porque aquí en España no tenemos estadísticas oficiales en muchos ámbitos. Este es uno. Y no todos los que se han ido son científicos, pero ellos son uno de los núcleos duros de nuestro desarrollo futuro. Y ellos se van, pero además no recibimos buenas noticias como que otros quieran venir a nuestro país a mejorar sus trayectorias. Ese intercambio de conocimiento es lo que enriquece. Y es lo que más preocupa a alguna de nuestras mentes más brillantes.

Me cuenta Raúl Delgado-Morales, investigador posdoctoral Marie Curie en el campo del alzhéimer en el Instituto Max Planck de Psiquiatría de Múnich y presidente de la Sociedad de Científicos Españoles en Alemania, que el problema de España no es nuevo. Con los recortes no solo reducimos nuestra capacidad sino que lo hacemos mientras los demás crecen en ese campo. Pero Raúl denuncia además que en las épocas de bonanza, cuando el dinero abundaba, aquí tampoco había concienciación social y política sobre la importancia de la I+D+i y, sobre todo, del retorno de todo ello a la sociedad. Para él y para muchos otros, la clave está en el punto en el que situemos la mirada, luces cortas o luces largas. España tiene que decidir qué modelo económico quiere para los próximos 20 años, para las siguientes generaciones, y ellos, los científicos e investigadores, tienen que saber explicar a los ciudadanos la importancia de su trabajo en una mejora de nuestra calidad de vida. Y aunque parezca extraño, Raúl es optimista. Asegura que nuestro país lo tiene todo para ser el Silicon Valley de la ciencia europea. "Solo le hace falta querer serlo, invertir y sembrar". Vamos a ello.

Periodista