Ahora que los análisis han sido sustituidos por las caricaturas, oímos cómo desde Vox se quejan de ser reducidos a eso, y quizá tengan razón, pues independientemente de que algunos de sus miembros pudieran ajustarse a esos toscos resúmenes, los casi cinco millones de votantes merecerían más reflexión. Sin embargo, en este juego perverso, a ellos no les duelen prendas a la hora de caricaturizar al adversario. Si algo no le perdono a parte de la progresía actual es lo fácil que se lo está poniendo. Pero hoy quisiera recordar a toda esa gente de izquierda (no tanta como luego parecía, no se crean) que sí soportó el franquismo y mantuvo la llama encendida, la que se comprometió con los derechos de los trabajadores cuando hacerlo era un riesgo cierto, la que peleó cada avance para beneficiar hasta a los que les criticaban: ley del divorcio, cuánto conservador se ha divorciado a tu sombra; pacifismo, cuántas hostias y burlas soportaron algunos en tu nombre; libertad, cuántos te gastan burdamente, cual fortuna heredada, y luego piden tu amparo y el de todos.

Mi padre me hizo ver que el esquirol que reventó una huelga nunca dijo 'no' a la subida de sueldo conseguida y, desde luego, jamás dijo gracias. Que después de firmar convenios en cuyas movilizaciones poca gente quería arriesgarse a participar, salían revolucionarios hasta debajo de las piedras para criticar ¿a la empresa? No, por Dios, a los "vendidos" que habían firmado lo que no podían dejar de firmar si la plantilla así lo decidía. Y también me dijo que todas esas cosas y otras muchas había que echárselas a la espalda y seguir haciendo lo que se pudiera, contra vientos y mareas. No tengo su fuerza ni su tenacidad, pero tengo su recuerdo. Vayan por él, que murió hace apenas dos meses, y por todos sus compañeros, estas pocas líneas agradecidas.