Lo de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias es una pelea de gallos. Una lucha de egos desmedidos que rompe las costuras recosidas del partido más ilusionante que ha tenido este país desde el 15M. No entiendo nada. El otro día leía un comentario largo de José Luis Corral sobre este tema en las redes sociales. Bien analizado y explicado, y el final era que tampoco entendía nada. Normal.

Ellos solos con sus repetidas primarias, sus incansables asambleas dando vueltas a lo mismo, sus círculos mareantes, las reuniones para hablar de cualquier insignificancia y la desmedida ambición de la mayoría de los convocados, hace que el partido que ganó más de 5 millones de votos limpiamente y 71 escaños en las elecciones de 2016, se ahogue ahora mismo en su propio yoismo; y que cunda la decepción entre las personas que ayudamos a levantarlo con nuestros votos. Votos esperanzados. Votos generosos. Votos confíados en que por fin estos chicos habían alcanzado la mayoría de edad.

Podemos, Unidos Podemos, Las Mareas, etc. eran el revulsivo que necesitaba España y ese bipartidismo anquilosado en los mismo errores, con artrosis para reconocer lo que pasaba fuera de su zona de confort. Pero resulta que no, que estos jóvenes bien formados, cultos, universitarios y con tesis doctorales se vuelven locos por los escenarios del poder, son capaces de hacerse trampas entre ellos, y se traicionan igual que los viejos partidos a los que tanto han criticado, y con toda la razón. Eso no hay que olvidarlo. Han hecho una oposición impecable y se les ha buscado la mierda (inexistente) hasta debajo de las almohadas de sus abuelas. Lo aguantaron todo con gallardía. Y se vio claramente que la corrupción estaba donde todos sabemos, por eso Rajoy y sus muchachos fueron echados del paraíso. ¿Por qué entonces se vuelven tontos y desperdician todo el camino ganado en tan poco tiempo?

Pues por algo tan humano como el ego, el protagonismo, el afán de liderar y ser el más guapo del baile. Solo que en estos momentos en que nos jugamos que ganen las elecciones la ultra derecha más reaccionaria (Vox), de la manita de la derecha de siempre (PP), con la complacencia de la derecha pija de Ciudadanos, resulta que ellos en lugar de unirse se separan, dimiten, se enfadan, montan nuevos partidos, y todo se va al carajo. A esta izquierda les puede la testosterona (a ellos) y los estrógenos en plena ebullición (a ellas). El ego y la ambición personal se les apodera y el discurso se queda vacío.

En enero de 1936 se creó el Frente Popular, una coalición de los principales partidos de izquierda que consiguió ganar las elecciones durante la Segunda República, justo antes del golpe de Estado que desembocaría en la Guerra Civil. Conviene recordar la historia de este país para apartar los egos, las traiciones y el mesianismo de los que se creen líderes intocables: unos por llevar coleta y habérselo currado, y otros por ir de muy listos y no soportar la derrota. El lenguaje corporal de Pablo y de Íñigo les delata ante las cámaras.

*Periodista y escritora