La conducta de jugar, inherente al ser humano e íntimamente relacionada con la sensación de placer, puede acarrearnos al mismo tiempo graves consecuencias. Cuando un ser humano pierde la libertad y el juego se convierte en una necesidad prioritaria, con el consiguiente deterioro de la vida individual, familiar, laboral y social, esta conducta se convierte en una patología. Se trata de un trastorno similar al que puede producir el alcohol o la dependencia a otras sustancias.

El incremento de juegos legales, junto con el desarrollo de nuevas tecnologías, han contribuido a facilitar la accesibilidad a diferentes prácticas de azar en las que se puede jugar y ganar premios de forma instantánea. Como resultado, también se ha producido un importante aumento en el número de personas que padece este trastorno. Estudios epidemiológicos recientes ponen de manifiesto que sectores de población que con anterioridad no se habían visto afectados comienzan a presentar en mayor medida conductas de juego patológico, especialmente mujeres y adolescentes.

¿Qué ocurre desde el instante en que, tal vez de una forma casual, uno se inicia en el juego hasta que llega la situación en que se pierde el control del mismo, convirtiéndose entonces en jugador patológico?

Inicialmente el jugador atraviesa un periodo de suerte donde se producen episodios frecuentes de ganancias, lo que contribuye a apostar más habitualmente, creyéndose además, que es un jugador excepcional. La mayoría de jugadores sociales no van más allá de esta fase, que puede continuar unos pocos meses.

EL PERIODO DE ganancia se sustituye por el inicio de la fase de pérdida. La afición puede llegar a tal extremo que se destine al juego más dinero del que se posee. La actitud excesivamente optimista del jugador le conduce a aumentar significativamente la cantidad de dinero que arriesga. Se producen fuertes pérdidas que obligan a jugar con el propósito de recuperar ese dinero perdido. Se buscan nuevas fuentes de financiación para el juego. Los elevados préstamos que en ocasiones se suscriben se convierten en una nueva presión que empuja a seguir jugando, aumentando cada vez más las cantidades de dinero que se emplea en éste, ya que el propósito consiste ahora en recuperarse económicamente y saldar las deudas. Esta situación produce un importante deterioro de las relaciones familiares, sociales y laborales.

Posteriormente aparece un estado de pánico motivado por la toma de conciencia de su situación: a la elevada deuda contraída se une el sufrimiento que produce la alienación de la familia y los amigos, el ansia por devolver el dinero rápidamente, así como el deseo de recuperar las ganancias. La falta de dinero disponible o de sistemas de préstamos legales a los que acudir, incrementan el riesgo de buscar vías de préstamos ilegales o de delinquir.

Llegados a este punto, pocos son los jugadores capaces de continuar en su empleo o negocios. Aparecen problemas en el sueño y la alimentación, llegándose a producir una situación insostenible.

Se sospecha que una persona que juega habitualmente tiene un problema cuando se cree con habilidades especiales para ganar en el juego de azar. La confianza en la suerte aumenta la frecuencia de juego, por lo que las pérdidas y el grado de endeudamiento se incrementan también. Al jugador o jugadora ya no le importa lo que haya podido perder, sólo lo que ha ganado. Se irrita si no puede apostar, miente sobre lo que juega o pierde, se distancia de amigos y familiares. En definitiva, vive pensando en el juego o en cómo obtener dinero para él.

NO PUEDE saberse a ciencia cierta si una persona posee determinadas características que le predisponen para la ludopatía, ya que puede haber causas de carácter personal, social o cultural. Pero el libre y fácil acceso a equipamientos y servicios que facilitan el juego con apuesta, junto con la buena aceptación social de la que esta actividad goza, puede llevar a quien ya tiene un problema personal o social a huir de él jugando.

Dado que la ludopatía afecta cada vez a un mayor número de personas y de menor edad, el medio más apropiado para la reducción de las consecuencias negativas es prevenir el problema antes de que aparezca. Es decir, intervenir en los jóvenes que aún no han desarrollado este hábito o lo han desarrollado poco. Desde la Concejalía de Acción Social y Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Zaragoza entendemos que resulta más positivo actuar a tiempo y concienciar a la población. La información y el consumo responsable, también en el juego, siguen siendo el mejor antídoto. Por ello, invitamos a toda la ciudadanía a que reflexione sobre esta práctica, y si cree que padece algún trastorno patológico relacionado con el juego, o conoce a alguien cercano, se ponga en contacto con el Centro Municipal de Atención a las Conductas Adictivas.

*Concejala de Acción Social y Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Zaragoza