La mafia siempre ha sido una organización familiar y privada. Eso ya lo sabemos por las películas y las series de televisión que nos enganchan con sus tramas de crimen organizado. Lo escandaloso es que en España la mafia está en el gobierno, forma parte del mismo en sus diversas ramificaciones, sea nacional, autonómico o municipal. Por tanto, se puede decir que la mafia en este país es pública. Es decir, está sostenida por el Estado. Algo, como ustedes comprenderán, inmoral, escandaloso e indecente, que pervierte la democracia y la política, convirtiéndola en un estercolero donde el poder se nutre y se extiende sin miramientos. Este gobierno del Partido Popular no respeta la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Solamente actúa el ejecutivo con órdenes para que las manchas de grasa, la corrupción vomitiva que les rodea sin cesar no les siga manchando su carnet de identidad.

Si hay que liquidar (en sentido metafórico) a un juez que les toca las narices investigando la corrupción, pues se inventan un argumentario para la prensa y puente de plata para Velasco. Si hay que sacar de la cárcel a un mafioso redomado que ha robado y sigue robando, porque desde la prisión preventiva se pueden dar órdenes y mover el fruto del saqueo, así como destruir pruebas cuando no vigilen demasiado, pues una fianza y a la calle. Si hay que nombrar a un lacayo, como Moix, como fiscal Anticorrupción (solo el nombre ya es para partirse de risa), pues se nombra para que actúe al dictado de un único partido y sus intereses. Si hay que declarar, pues se va y listo. Rajoy ha pedido videoconferencia, y lo hará ¡el 27 de julio! con la lección bien aprendida: «Yo, de esto no sé nada, oiga». Si hay varios ministros bajo sospecha, con reprobaciones en el Congreso, con los zapatos embarrados hasta los calcetines y con grabaciones de escándalo que son para sonrojar al más taimado de los malvados, pues el gobierno cierra filas y palmadas en la espalda para Catalá. Si las investigaciones persisten en salpicar a la inmaculada presidenta de Madrid, señora Cifuentes, pues a vestirse de blanco impoluto cada día, y todo el gobierno y aledaños a proteger en bloque a la rubia modelo de honor y honestidad, según sus sentidas palabras en televisión. Hay que cubrir la mierda cuanto antes.

Todas las mafias tienen poder, alianzas, compra de personas, extensión de redes, y para ello la familia es importante.

Aquí y ahora tenemos dos ejemplos estupendos: los Pujol Ferrusola y los hijos clónicos (son todos iguales, ¿se han fijado?) de Ruiz Mateos. Pero lo verdaderamente indecente es que la mafia se instale en los gobiernos. Porque no es lo mismo robar lo ajeno que robar lo público. Saquear y obtener beneficios millonarios de la gestión pública es imperdonable. La peor de las mafias posibles, el crimen organizado perfecto. Y el presidente del Gobierno debería darse cuenta de que está señalado y tocado.

*Periodista y escritora