En los antiguos planes de enseñanza aparecían unas asignaturas, calificadas desdeñosamente como marías, muy fáciles de aprobar e intrascendentes a todos los efectos. Una de ellas era la formación física, la tradicional gimnasia, que ha llegado a alcanzar en la actualidad suma importancia, derivada de la tendencia a un creciente culto al cuerpo y siempre justificable por su repercusión en la salud. Sin embargo, otras materias, como la música, no han corrido idéntica suerte, ignorando su papel como lenguaje universal y subestimando el adiestramiento del oído, clave, por lo demás, en algo tan valorado en nuestro tiempo como el aprendizaje de idiomas.

El conocimiento de la cultura musical y, en mayor medida, la práctica de cualquier instrumento, tienen un efecto sensible en el desarrollo de la personalidad y en el comportamiento, a la vez que genera un entorno de confianza y promueve una convivencia serena. Son tantos y sustanciales los frutos de la práctica musical que se hace inconcebible el desdén de su docencia por parte de la educación reglamentada. Ha quedado, pues, a la iniciativa privada subsanar tal carencia. Un buen ejemplo es el Mago diapasón, un método creado por Paqui Castro con el objetivo de enseñar lenguaje musical y educación auditiva en edades tempranas, mediante canciones sencillas y estribillos fáciles de retener; se promueve así el desarrollo de aspectos intelectuales, sensoriales y motrices a partir de los seis meses. Este proyecto, creado en Madrid y tan mágico como su propio nombre indica, se está extendiendo por toda la geografía nacional y es tal su éxito que se muestra incluso dispuesto a saltar el océano. En todo caso, la música no es algo que en modo alguno deba reducirse a un restringido y exclusivo círculo de iniciados y diletantes.

*Escritora