Si algo ha quedado claro en los dos grandes debates celebrados en RTVE y Atresmedia es que la derecha es la reina de la crispación en la política española. En cuanto pierde el poder, actúa de tal forma que parece como si la izquierda siempre fuera un intruso que no tiene derecho a ocuparlo, y recurre al ruido mediático y al estilo trumpista para recuperar cuanto antes lo que se considera una propiedad. En el primer debate, Pablo Casado se mostró más moderado que en los mítines, mientras Albert Rivera salió agresivo desde el minuto inicial, atacando sobre todo a Pedro Sánchez, pero también al líder del Partido Popular, su querido aliado. Esta actitud llevó al PP a acusar a Rivera de «hacerle el juego sucio» a Sánchez y a una mayor dureza de Casado en el segundo debate, donde, además de los ataques repetidos al candidato del PSOE, los dos candidatos de la derecha libraron una lucha descarnada por la hegemonía, con mentiras, medias verdades y exageraciones tanto si se hablaba del paro como de las pensiones o de Cataluña. Casado calificó a Sánchez de «candidato favorito de los enemigos de España» y llegó a preguntarle si indultaría no ya a los independentistas presos, sino a los miembros de ‘la Manada’, mientras Rivera le llamaba «sucedáneo de presidente». Ni una palabra sobre el futuro de Europa. En este aspecto, los debates fueron fallidos y, para la derecha, solo un medio de recuperar el poder a toda costa.