Se llama obscenidad y esta semana la ha ejercido a lo grande el portavoz del Partido Popular en el Senado, Javier Maroto. En lugar de ir al fondo de la cuestión se ha quedado en la espuma política y no ha tenido ningún rubor en airear ese horrible juego de echarse los muertos a la cara, los unos a los otros. Dijo públicamente el dirigente popular que los muertos por coronavirus en las residencias de mayores de las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, y citó expresamente a Aragón, son más que en las dirigidas por el PP, aludiendo a la polémica que existe en Madrid sobre estos centros geriátricos. Y nadie de su partido en Aragón, al menos públicamente, le ha llamado la atención. Es como cuando los indepentistas catalanes dijeron aquello de que con la independencia habría menos muertos en Cataluña. El PP, al mismo nivel.

Ya se sabe que nadie como los políticos para manejar las estadísticas a su antojo (aquello de que todos ganan el día de unas elecciones) pero a ningún dirigente popular de Aragón se le ha oído echarle en cara a la consejera de Ciudadanía y Derechos Sociales de la DGA, Mariví Broto, que desde el inicio de la pandemia la comunidad ha notificado 893 muertes de las que 738 han sido ancianos de residencias, lo que supone el 84%, el tercer porcentaje más alto de decesos registrados en estos centros en España. Es evidente que el covid-19 ha afectado con virulencia a las personas mayores, luego es normal que allí donde se concentren más las consecuencias serán más graves. Pero habrá que tener en cuenta que vivimos en un territorio muy envejecido, más que Madrid, por ejemplo, y que mientras allí hay 44.000 plazas de residencias, una comunidad que tiene cinco veces más población que Aragón, en esta hay la mitad de plazas. Aquí ha fallecido el 3% de las personas que estaban en residencias, y en Madrid el 13,5%. Puestos a hacer ese juego del PP nacional, digamos que con ese porcentaje en Aragón tendría que haber habido 2.972 fallecidos. Un juego muy perverso.

Aragón tiene 288 residencias de mayores, 71 de titularidad pública y el resto privadas y se puede decir que se ha trabajado con rigor. Fue un éxito la puesta en marcha de los centros covid, equipamientos intermedios a los que se derivaron ancianos de residencias y hemos descubierto a muchos trabajadores ejemplares, que incluso han sacrificado a su familia encerrándose con los residentes para evitar contagios. Se ha puesto al descubierto lo bueno y lo malo de estos centros sobre los que no se ponía ningún foco. Casos de residencias en Aragón sin afectados, actuaciones en Cariñena, en Épila, en La Almunia o escenarios un poco dantescos como el Hogar San José de Teruel...

Pero evidentemente el debate no es el de Maroto, ese de quién mató a quién, sino qué hacemos para dotar de servicios dignos a estas residencias y cómo resolver todo lo ocurrido, sobre todo en Madrid, que es donde menos transparencia y más problemas ha habido. Porque aunque el sistema nunca puede estar preparado para una crisis sanitaria como la vivida, ha fallado el modelo y hay que repensarlo. Eso sí, como ha ocurrido en otros muchos lugares, como Italia o los Países Bajos. Lo que hay que analizar es la manera en que se ha gestionado cada caso, y curiosamente si focalizamos en Aragón vemos que muchos de los problemas han venido más de los centros privados que de los dependientes de instituciones públicas.

Se ha podido ver en todo el país durante estos meses cómo la entrada en escena de fondos buitres o grandes grupos empresariales han distorsionado muchos datos, viendo cómo ha habido en muchos casos reducción de costes, salarios del personal e incluso en instrumental necesario. Un submundo tan profundo que, lejos de Aragón, se ha podido ver aterrador. Por eso asistimos a un escenario en el que hay que pensar qué hacemos con los mayores pero entre todos, entre los responsables políticos, las empresas del sector y los ciudadanos. Máxime cuando tendemos a configurar una sociedad que cada vez va a estar más envejecida y las residencias van a tener una mayor relevancia en el cuidado de los mayores. Aragón trabaja ya en un nuevo modelo de residencias, pero debe ir acompasado en todos los territorios del Estado.

Hacer de este tema tan serio un juego para intentar machacar al adversario político tendría que ser sancionado por la propia sociedad e incluso por algún organismo. Aquí no vale todo y en ningún momento se debe pensar en que las residencias de mayores son unas guarderías de juguetes rotos.

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