Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es la primera causa de discapacidades, y alcanza un 27% de las que se registran cada año. Se calcula que en el año 2030 será la enfermedad más frecuente en todo el mundo, no solamente en los países más desarrollados. En España afecta a más del 60% de las mujeres y un 32% de los hombres. Aunque la depresión se padece en cualquier época del año, tiende a acentuarse en primavera. Pushkin manifiesta este hecho en sus versos: Me molestan el sol, las flores, el canto de los pájaros; me siento mejor en el invierno nevado y oscuro .

La depresión se diferencia claramente de la ansiedad, pero en muchas personas ambas enfermedades se presentan asociadas y los síntomas de los pacientes están relacionados tanto con la depresión como con la ansiedad. Se trata de preocupación o sentimiento de culpa exagerados, trastornos del sueño, dificultad de concentración, irritabilidad excesiva, fatiga y agitación psicomotora. Los llamados ataques de pánico se manifiestan en forma de crisis de angustia repentina, con palpitaciones en el pecho y sensación de ahogo.

A MENUDO el paciente no manifiesta sus síntomas, pasan inadvertidos para el médico y pueden transcurrir años hasta que se aplique el tratamiento adecuado.

La educación de la población hace que síntomas que antes se consideraban como un carácter raro o un problema hoy se sepan identificar como una depresión. Por ello es difícil confirmar un aumento real de la enfermedad, más frecuente en personas acosadas por la ambición y el estrés.

Las mujeres son más propensas a padecer depresión ansiosa debido sobre todo a los cambios hormonales, aunque también influyen situaciones sociales y rasgos de la personalidad ya que, en general son más autocríticas que los hombres. Otro factor importante es que las personas que viven solas tienen más tendencia a la depresión. Aunque parezca extraño, enviudar deprime menos que un divorcio o separación.

La ansiedad es un síntoma frecuente en el anciano y en aquellos pacientes que presentan la enfermedad de Alzheimer. Pero es erróneo considerar que la ansiedad es un componente de la vejez. Son más bien distintos factores, como el aislamiento social, el descenso de la autonomía, las dificultades económicas, el declive en el estado de salud o la cercanía a la muerte, los que pueden conducir al padecimiento de una depresión ansiosa. Sin embargo, a pesar de todos estos factores, los signos y síntomas que aparecen en los ancianos con depresión son menos graves que los que afectan a la población más joven. Un hecho alarmante es que la depresión es cada vez más frecuente en personas jóvenes, y que ha aumentado el número de suicidios entre esta población. Entre los factores que influyen en la depresión juvenil están el desarraigo familiar, la promiscuidad y la pérdida o carencia de valores.

Existe una amplia gama de tratamientos, desde la psicoterapia hasta el tratamiento medicamentoso. Gracias a la psicoterapia el paciente se siente apoyado y puede desahogarse, identificar y asimilar los eventos de su vivencia, que pueden estar implicados en el desarrollo y mantenimiento de su estado. Además, los ejercicios de relajación, así como el ejercicio aeróbico moderado y la alimentación con productos naturales son una ayuda importante.

Los antidepresivos, con una historia de más de 50 años, actúan inhibiendo la recaptación de la noradrenalina y serotonina (neurotransmisor crucial en la resolución de la ansiedad). No hay que olvidar que a pesar de tener este amplio arsenal terapéutico, si se realiza una intervención temprana no sólo se ahorra sufrimiento, sino que también se reducen las posibilidades de entrar en otras patologías que sean incapacitantes. La mejor terapia es el apoyo de la familia, dado que esta patología afecta a toda la vida del paciente, a sus relaciones interpersonales con sus seres queridos, a su trabajo y a su entorno social.

*Neuropatólogo.