Mi apellido es una cruz. Muchos me dicen que no queda nada serio siendo escritor, que me ponga un pseudónimo. Yo argumento que los pseudónimos son para los cobardes. Sin embargo, mi apellido es una cruz. Y mi firma es una cruz, o una X más bien; como la prueba del nueve matemática, pero en lugar de poner cuatro números escribo las cuatro letras de mi apellido: M, A, L y O. En el banco se me ríen, me dicen que es una firma infantil y muy fácil de falsificar. Infantil, vale, pero digo yo que si me la quieren falsificar, cualquier firma es falsificable, vamos, digo yo. Desde luego, mi apellido es una cruz. Pero presumo de apellido (de perdidos al río, como se suele decir). En ferias del libro, me pongo camisetas con mi apellido en grande: MALO. Son camisetas de la marca Mala mujer. Yo le regalé una a mi mujer que rezaba: «Si crees que soy mala deberías conocer a mi madre» (y a mi suegra no le hizo mucha gracia, la verdad). Y en las de chico pone en el pecho en grande «Malo» y en la espalda frases tipo «Me pones malo» y cosas así. A mí me vienen de perlas, parecen hechas expresamente para promocionarme. Pero ahora en la línea masculina de la marca Mala mujer pone «Canalla». ¡Me han hundido! En fin, tengo tres camisetas diferentes, ya puedo guardarlas como oro en paño… No obstante, lo mejor de mi apellido es que gracias a él he conocido a muchas personas con el mismo apellido. Sin ser familia, nos sentimos muy unidos. Es lo mejor de la literatura, conocer a gente interesante. Y los Malo somos muchos. Los Malo somos legión.

*Escritor y cuentacuentos