Aragón es famosa por ser tierra de nobles. Pero, desde hoy, y según el barómetro IndexLife, también de felices. Es la segunda comunidad más feliz de la geografía española. Nada menos que un 62,5% de la población declara serlo. A felices solo nos ganan los riojanos. ¿Desafección política, mayor consumo de antidepresivos, pasotismo, desconocimiento de la realidad, optimismo desmedido o despreocupación por asuntos tan cruciales como el medioambiente, la educación o la sanidad? Quién lo sabe. Lo único cierto es que aunque los aragoneses estamos más descontentos con la calidad de vida que hace un año, somos la comunidad que menos inquietud muestra a ese respecto. No nos genera incertidumbre la desorientación respecto al futuro y somos de los que menos pensamos que haya aumentado el grado de irritación entre la población. Con semejante radiografía, no extrañan comportamientos como el de un Belloch dando el parabién al nuevo sistema de elección de alcaldes que pretende Rajoy, en el que se pone en jaque la capacidad de decisión política de los partidos minoritarios, un modelo que no hubiera permitido al alcalde socialista ocupar su cargo, y que como apunta acertadamente el concejal de IU, José Manuel Alonso, conduciría a "una dictadura municipal, a una nueva ruptura del pacto constitucional". Menos mal que todavía queda rasmia en alguno de nuestros ilustres aragoneses para sacarnos de esa aparente y ficticia felicidad.

Periodista y profesora de universidad