No es casualidad que el mismo día que se conocían los datos del paro en junio (muy buenos, por cierto) Hacienda colara de rondón los que afectan a la sanidad, que en los dos últimos años ha destruido 28.500 empleos en hospitales y centros de salud españoles. Un informe sindical eleva la cifra a 53.000 porque en los datos oficiales solo figuran los despedidos o jubilados en las plantillas orgánicas sin tener en cuenta al personal eventual laboral que se contrata (se contrataba) para refuerzo. Así se explica que las listas de espera quirúrgicas en Aragón se hayan disparado un 60% en el último año y que 30.000 aragoneses esperen hasta seis meses para ser vistos por un especialista cuando la media nacional es de 67 días. Por todo esto no deja de asombrarme la mansedumbre de los aragoneses ante una situación absolutamente descontrolada, por más que la presidenta haya anunciado una inversión millonaria para cubrir el expediente. ¿Cómo se puede vivir esperando meses y meses una prueba diagnóstica que confirme o no la malignidad de una mancha o un tumor? ¿Quién puede dormir esperando una cirugía que te reconcilie con la vida? Y luego nos viene el consejero Oliván, el que saca dinero de los muertos (la afirmación es suya), justificando el cierre de 468 camas en verano porque hay que adecuarse a la demanda. Espero y confío que cunda el ejemplo de pacientes, familiares y trabajadores del hospital Bellvitge de Barcelona que el 20 de junio se amotinaron y montan guardia para evitar el cierre de plantas. Periodista