Puesto que tenía las estanterías disponibles, la gran distribución colocó junto a las marcas etiquetadas que vendían las empresas clásicas y especializadas, envases de productos con la garantía de la distribuidora en los que el fabricante ya no se jugaba ni pintaba nada. Sobre todo, eran más baratos y cumplían su función para determinada clientela. Sin los gastos del márketing, el beneficio se estiraba.

Y su estrategia ya no es solo cuestión de hipermercados. En la península de Crimea han aparecido unos soldados sin identificación, solo con su imagen y artilugios de guerreros. Una marca blanca de la guerra, un jugar al escondite sobre quién preside su Estado Mayor. Cumplen la función de control sin decir en nombre de quién y ahorran el coste político negativo e inmediato de ser considerados invasores y que todo se precipite. Porque una vez autorizada la acción por Rusia es de suponer que se colocarán los distintivos y lucirán iluminados en el escaparate de la guerra tibia.

Mientras, por aquí se van conociendo detalles de la tarifa plana --prima hermana de la marca blanca-- que el Gobierno anunció en el debate del Estado de la Nación al grito de ¡Ponga un indefinido en su plantilla por cien euros de Seguridad Social! Se dijo que era para crear empleo neto. Pues no, en el BOE ya se aprecia que hay rendijas en la norma que permiten que se pueda despedir a los antiguos (caros, carísimos) y contratar a nuevos beneficiándose de la rebaja. ¿Por qué será que no sorprende?. Periodista