Había que acabar con el folclórico Spain is different, con esa imagen de siesteros y faranduleros que tenemos los españoles, y Rajoy creó la Marca España para transmitir un perfil más moderno y más serio, explicar al mundo que somos de fiar, que podemos hacer muy ricos a los inversores extranjeros porque los españoles trabajamos mucho por poco dinero. Y puso al frente de la marca a algunos dueños del Ibex y de otras firmas de postín que aportan imagen y negocio a la causa común. Hace unos días, al mismo tiempo que el Rey rendía homenaje a estos embajadores que fortalecen la imagen de España gracias a «su ejemplar trayectoria profesional», Rajoy colaba en la Marca a uno de los personajes más siniestros y despreciados de la política española: Javier Jiménez-Ugarte. Sí, ese tipo que humilló la memoria de los 62 militares muertos en el accidente del Yak y maltrató a sus familias con una crueldad intolerable pero muy eficaz, porque le catapultó a la Embajada en Estocolmo al tiempo que su jefe Trillo tomaba posesión de la de Londres. Rajoy, que era vicepresidente del Gobierno cuando la tragedia, ha tardado catorce años en acercarse a las familias para prometerles satisfacción moral y jurídica. Y ¿cómo se satisface a las familias a las que Jiménez Ugarte echó de su despacho al grito de consíganse ustedes las indemnizaciones? ¿Cómo se disculpa el presidente ante la hermana del fallecido comandante Ripollés que fue tratada de loca y recomendada al psiquiatra? Pues enviando al deshonroso personaje a decirle al mundo entero que España no es tal que él. H *Periodista