Tanto amor, cortesía y diálogo, tanto respeto y educación, tanto hablar de la paz y el progreso y resulta que ZP era un cara.

Porque hay que echarle bastante morro para tirarse dos años prometiendo el oro y el moro, los aeropuertos, las Expos, los cinturones, las riberas del Ebro, sus puentes, las autovías, las obras del Pacto del Agua, y ahora, llegada la presupuestaria hora de la verdad, desaparecer, en busca de los votos, camino de Andalucía, o de la Cataluña del amigo Maragall.

Privado de un plumazo de una cuarta parte de la inversión estatal, y olímpicamente ignorado en varios de sus más rutilantes proyectos, el severo castigo a Aragón, única comunidad socialista que recibe la censura económica de Moncloa, carece de toda explicación o lógica. ¿Qué habremos hecho mal? ¿En qué habremos molestado a Rodríguez Zapatero o a sus nuevos ministros? ¿Dónde reside la culpa que justifique el castigo?

Puede que el horizonte inversor comenzara a torcerse en la primera cita presidencial que el rácano ZP concedió al titular de Aragón. Tras aquella entrevista, que se prometía triunfal, cuajada de compromisos y euros, Iglesias salió desplumado del casino del poder. Su rueda de prensa, que se había preparado con triunfal mimo, devino en un desiderativo rosario de buenas intenciones. ZP iba a seguir haciéndose ese tipo de fotos que no cuestan un céntimo, como los posados ante los embajadores y maquetas de la Expo, o como los fastos de la cumbre con los gabachos que nos preparan para noviembre, pero de aflojar la bolsa, poco. En medio de aquel fiasco, una rotunda sospecha comenzó a abrirse paso en las preclaras mentes de los aragoneses: el Soso nos había abonado ya aboliendo el trasvase, y nos daba por "bien pagaos". Como una bolsa de estómagos agradecidos por haberles apagado la sed.

Todos los partidos, incluido el PSOE-Aragón (y aquí hay que saludar la actitud del consejero Bandrés) han puesto el grito en el cielo por la incalificable actitud de un gobierno que provee a las comunidades ricas --Cataluña, Andalucía, País Vasco...-- a costa de limitar las partidas de aquéllas que, como la nuestra, están más necesitadas que nunca de modernas infraestructuras. Si las obras del Pacto del Agua no se llevan a cabo, pongamos como ejemplo, Aragón se quedará sin argumentos para rebatir el trasvase cuando de nuevo gobierne el PP, que algún día volverá. Si las inversiones de la Expo no se consignan, la derrota en la elección de sede puede darse por segura. Si los cinturones no se acaban, el tráfico zaragozano seguirá siendo la pesadilla que es. Y así, interminablemente...

Ante esta humillante situación, frente a tanto desdén, sólo cabe el pancartazo, la tamborrada y el puñetazo en la mesa. El que Marcelino Iglesias, tan satisfecho, en el debate de la comunidad, por nuestros índices económicos, pero trabado por sus exquisitas formas, no ha querido propinar hasta ahora, autocensurando su papel reivindicativo.

Un pueblo que ha echado abajo el trasvase puede también derribar la cuenta de la vieja del ministro Solbes. Este Pilar tiene ya un motivo de queja y algarada. Salgamos a la calle, caña a ZP. ¡Marcelino, úsanos!

*Escritor y periodista