A cualquier persona que haya tenido la máxima responsabilidad en una empresa, en un club deportivo, en una sociedad cultural o en una comunidad de vecinos no le puede entrar en la cabeza que el presidente de un partido ahogado por la corrupción no supiera que su formación política estaba de fango hasta las cejas. Porque un presidente tiene la obligación -y la facilidad- de conocer todo lo que ocurre en su empresa, en su partido o en su asociación. Y si alguien monta una trama que incluya delitos de cohecho, falsedad en documentos, malversación de caudales públicos, prevaricación, asociación ilícita, blanqueo de capitales, tráfico de influencias o fraude -como señala la sentencia del 'caso Gürtel'-, a un presidente eso no se le escapa. A no ser que sea un inepto y un incompetente, lo que entonces lleva a plantearse cómo diablos pudo llegar al cargo semejante zoquete.

Mariano Rajoy no solo fue presidente del Gobierno, sino del Partido Popular entre los años 2004 y 2018. Durante ese periodo se produjeron innumerables casos de corrupción que afectaron al PP, muchos de ellos ya antiguos y otros que se hallaban en plena fase embrionaria. Es muy extraño que, como siempre afirmó, Rajoy desconociera que delante de sus barbas se estaba tejiendo una formidable red de chanchullos. Pero esta semana, 'El País' ha desvelado la confesión de Luis Bárcenas a la Fiscalía sobre la presunta caja B del PP y la absoluta implicación del expresidente del Gobierno. Hace tiempo, cuando el extesorero del Partido Popular estaba acorralado por los tribunales y por las investigaciones periodísticas, su presidente le envió un sms inolvidable: "Luis, sé fuerte". Bárcenas ha tardado unos cuantos años en responderle.