La Historia -en mayúscula- se escribe siempre a partir del rigor de los documentos. La fantasía puede rellenar cientos de líneas, y con prontitud si está impulsada por la subvención de lo político, pero quedara en eso.

Porque la mejor fórmula para comprender nuestra Historia compartida es favorecer toda la labor que vaya en la línea del estudio, la explicación y la divulgación. Sin politizar los hechos, ni con un sectarismo memorístico.

Con asiduidad comprobamos cómo el pasado se malinterpreta. Y nuestra milenaria tierra aragonesa no es ajena a ello, tanto desde los vecinos del este como en algunos círculos interesados castellanos. Y por no mencionar con extensión el absurdo uso de la Historia que desarrollan parte de nuestros políticos para provocar una emoción que adorne los fines que representan.

¿Qué es exactamente la identidad del Aragón en el que vivimos? Hay cientos de respuestas, cada cual más variopinta. Algunas alejadas de la realidad científica en base a la Historia y otras rellenas de mitología, falsedad o creencia propia sin rigor.

Es por eso que el impulso que están desarrollando distintas instituciones, tanto públicas como privadas, para desenvolver todo el contenido de la Historia de Aragón, y su contribución a la creación de la Nación española, deba ser recibido con orgullo.

Lo académico plantea una revolución en la explicación de nuestra identidad para que sea capaz de entenderlo nuestro tiempo. Porque si el conflicto de nuestra sociedad está en saber qué es España o dónde está, más aún es la duda de saber qué es Aragón o dónde se debe ubicar en el actual régimen constitucional.

Sin embargo, el preciado intento por darle más brillo a nuestra Historia, mediante la ciencia y no la propaganda, se queda ciertamente cojo. ¿Tan sólo desde lo académico seremos capaces de ilustrar la Historia de Aragón para generar conocimiento, identidad y cultura? Más allá de lo académico se debe impulsar una estrategia institucional que trufe de contenidos a la sociedad, desde la educación como desde la cultura. Sin ningún complejo se debe explicar nuestro pasado porque la mejor forma de defender la identidad debe pasar por un combate inmisericorde por la verdad.

No es ni nacionalista, ni patriota, ni aislacionista tener la virtud de alimentar nuestra orgullosa identidad con rigor histórico mediante una firme vocación aragonesa en el marco de la Nación española.