Todos coinciden en que la crisis económica tiene bastante que ver con el auge del populismo en Europa y Estados Unidos. Pero el fenómeno es más complejo y, como veremos, la supuesta incapacidad de los gobiernos para afrontar la crisis no es la única causa del populismo.

EEUU, donde Donald Trump ha ganado pero sin arrasar -Hillary Clinton tuvo tres millones de votos más-, se pone como ejemplo de que una política menos austericida que la indicada por Bruselas y Berlín permite una salida más rápida de la crisis. Y es en parte cierto, ya que en América la economía tira y el paro está incluso por debajo del 5%. Pero la campaña de Trump se centró en criticar el declive americano (y de su industria), que atribuyó a que el libre comercio facilita las importaciones de países de mano de obra más barata (señaló China y México). Y prometió impedirlo subiendo las barreras arancelarias. Incluso a las empresas norteamericanas que fabrican en el extranjero productos (o parte de ellos) que luego entran en el mercado interior. Ford ya ha cancelado una inversión que tenía prevista en una planta industrial en México.

La campaña de Trump (Hagamos América grande otra vez) fue proteccionista y nacionalista, y la guinda fue prometer la expulsión de inmigrantes ilegales, en especial de México, país al que se iba a forzar a construir -y pagar- un muro de separación. Trump ha ganado con un programa nacionalista que ignora que la globalización crea empleo industrial y de servicios avanzados en países emergentes, como China y la India, y que destruye pero también crea en la propia América. La tasa de paro de solo un 4,7% lo demuestra.

Pero es cierto que la globalización y el aumento de la inmigración han generado malestar sociocultural en la población blanca de menos ingresos, que es donde Trump ha ganado. Ha tenido más votos entre los blancos pobres que cualquier candidato presidencial republicano, mientras que Hillary ha ganado más votos que cualquier demócrata entre los blancos con estudios superiores. Es algo que desmiente los estereotipos de que a la derecha la votan siempre los más favorecidos y a la izquierda los que tienen menores ingresos. El premio Nobel Paul Krugman -un liberal progresista- lo constata en uno de sus últimos artículos: «Trump ha ganado gracias al voto de los trabajadores blancos que han creído que sus medidas proteccionistas iban a devolver empleos industriales a América y no se han tomado en serio su otra promesa, más creíble, de recortar el gasto sanitario. Estos votantes van a tener un amargo despertar».

Alemania es otro país donde el paro siempre ha sido bajo y donde -es un país exportador- la crisis ha destruido menos tejido industrial. Quizá por eso en las elecciones del 2013 Alternativa por Alemania (AfD), un partido populista antieuro que alertaba de que los alemanes deberían pagar las facturas de los indolentes países del sur, tuvo un fuerte empuje, pero no llegó el 5% de los votos y quedó así fuera del Parlamento. Sin embargo, en las elecciones regionales del 2016 en varios estados ha superado el 10% y, alguna vez, el 20%. Y las encuestas le dan sobre un 13% en los próximos comicios. Sería así la tercera fuerza tras la CDU de Merkel y el SPD.

¿Qué ha pasado entre el 2013 y el 2016? La economía ha ido a más, pero en la segunda mitad del 2015 llegaron un millón de refugiados -básicamente sirios e iraquís- que en principio fueron bien acogidos -Merkel decidió recibirlos por razones humanitarias y para combatir la pérdida de población-, pero luego, por distintos factores, han despertado recelo en la población y ha caído la popularidad de la gran coalición. Y ahora -tras el atentado de Berlín que causó 12 muertos y muchos heridos- uno de los portavoces de la AfD ha acusado: «Son los muertos de Merkel». Creen que esta demagogia les dará más votos. Y en Gran Bretaña la victoria populista del brexit tiene poco que ver con el paro -en niveles bajos- y debe mucho al nacionalismo y al rechazo a los inmigrantes de otros países europeos, como Polonia. En Austria, donde el paro también está en torno al 5%, el candidato populista ha estado a punto de ganar las elecciones presidenciales, marcadas por el rechazo a los inmigrantes de la ruta de los Balcanes.

Francia, Italia y sobre todo España, donde gran parte de la inmigración comparte lengua y origen religioso, son diferentes. Habrá que analizarlo con más detalle, pero ya parece claro que la no comprensión de la globalización -de la que la inmigración es el último eslabón- tiene mucho que ver con el populismo. Tanto o más que la crisis.

*Periodista.