Estoy leyendo el último libro publicado por mi amigo Bernardo Bayona, filósofo práctico y político practicante que sabe de qué habla y lo que hace. Su título es Examinar la democracia en España, y forma parte de la colección Más Democracia bajo la dirección de Paola Cannata. Se trata de un proyecto editorial que se ha hecho posible con la colaboración de una plataforma ciudadana, que lleva el mismo nombre de la serie y persigue luchar contra la actual perplejidad política y promover, fomentar y desarrollar los valores y principios democráticos. Después de valorar positivamente la Transición a la democracia en España y reivindicar el valor de quienes la hicieron posible —restando el atribuido a las élites que se llevaron las medallas— y denunciar la injusticia de un revisionismo generado por el malestar social y político de los últimos años «que busca en el origen de nuestra democracia la causa de todos los males con una visión desenfocada y presentista» de los acontecimientos; y no sin reconocer «las sombras», que las hubo, Bernardo reconoce que fueron más las luces y los aciertos que los errores.

Y añade a continuación que «lo que ha pasado desde entonces debe quedar en el haber y en el debe de quienes han gobernado con el beneplácito de los ciudadanos que los han votado y les han exigido, o no, la responsabilidad política por cómo lo han hecho». Después de cuarenta años, lo que ha pasado mientras tanto en España con la democracia no hay que endosarlo a quienes la trajeron sino a cuantos la hemos disfrutado. Ahí queda eso. Más que los padres de la Constitución son sus hijos e hijas los responsables de lo que han hecho con ella. Y más que Bernardo, aunque también —que ha sido y sigue siendo un ciudadano activo y nunca ha sido un «idiota» como llamaban los griegos a los que pasaban de la política— la responsabilidad toca ahora a sus hijas: Clara e Irene, a quienes dedica su libro con la mejor intención.

En una segunda parte, sopesando y pesando lo sucedido en cuarenta años, pone en el otro platillo de la balanza las flaquezas y los errores de la democracia en España. Y comprobado fielmente su real estado, propone y nos expone a los retos para superarlos e ir a mejor como ciudadanos responsables. La Transición bien entendida no precisa otra sino continuar en el empeño, transitando. Si aquella fue un paso definitivo de la dictadura hacia la democracia, siendo esta imperfecta: en camino y con los pies en tierra, ha de ser perfectible y perfeccionada con más democracia. Los molinos de viento, los gigantes a derrotar que nos cierran el paso en la Mancha de nuestros pecados o flaquezas, son entre otros: la corrupción generalizada en los partidos políticos, la ruptura secesionista entre los pueblos hispanos, la Administración de Justicia que se resiente con las presiones e injerencias de otros poderes y la colonización partidista de las instituciones y de la Administración Pública. Pero lo que más le preocupa, al parecer, es la falta de cultura política que observa en los partidos y en los electores: «Entre los rasgos más negativos de nuestra democracia está el bajo nivel de competencia política», que considera la «peor herencia del franquismo». El libro concluye precisamente con una llamada a «construir ciudadanía» en la que advierte que «todos los cambios que se hagan serán insuficientes sin un cambio de cultura política».

Totalmente de acuerdo. Una democracia sin demócratas es tan imposible como una iglesia sin fieles. Pedir más democracia a los políticos «profesionales» de hoy es pedir peras al olmo. Es otra planta, otra generación acaso y, por supuesto, otra conciencia. Una democracia es literalmente gobierno del pueblo por el pueblo, y realmente gobierno del pueblo por los gobernantes que elige la mayoría. Porque el pueblo como tal no existe, ni el bien común en una sociedad de mercado donde cada individuo va a lo suyo. El pueblo soberano, reducido a clientela, se disuelve y el que manda no es eso: un pueblo, sino un conjunto, como los cerdos de una granja que gruñen juntos y cesan a medida que cada uno recibe el pienso que reclama. Más democracia es otra cosa que ese remedo. Hagamos posible la alternativa.

*Filósofo